Rafael Di Zeo eligió pasar sus primeras horas en libertad entre cuatro muros. Muros que nada tienen que ver con las paredes de hormigón que circundan el complejo penitenciario de Ezeiza, donde el ex jefe de la barrabrava de Boca vivió durante los últimos dos años.
Refugiado en la tranquilidad que brinda un exclusivo barrio privado de Tigre, pero marcado de cerca por dos guardias del Servicio Penitenciario Federal (SPF), disfrutó de sus primeras doce horas de libertad con su familia y cerca de las ocho de la noche regresó a su celda para continuar cumpliendo su pena.
Una vez que Di Zeo pasó la mitad de la condena por el delito de “coacción agravada”, automáticamente el juez de ejecución penal Sergio Delgado, quien tuvo en cuenta el intachable informe de buena conducta, decidió otorgarle el régimen de salidas transitorias.
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