Agostina Sorich se despidió de su familia, saltó un alambrado y abandonó la casa de tres ambientes que compartía con sus padres y sus siete hermanos en Monte Rincón, un modesto barrio a 30 cuadras de la playa y a pocos kilómetros de la Ruta 11. Les dijo que se iba a lo de una tía, la misma que la había alojado los cuatro fines de semana anteriores. Pero nunca llegó al destino. Desde aquel viernes 15 de octubre de 2010, la desaparición de la nena de 12 años se convirtió en uno de los misterios más insondables de toda la historia de Villa Gesell.
A pesar de que la investigación involucró a más de cien autoridades policiales y judiciales y al doble de declarantes, nada más volvió a saberse de ella. Sin embargo, cuatro años después, la causa parece haber tomado nuevo impulso a través de testimonios recogidos en el marco de otro hecho que involucra a algunas de las personas sospechadas de la desaparición de Agostina.
El 19 de septiembre fue asesinado de un tiro en el cuello en la puerta de su casa Miguel Ozores, un joven de 21 años que vivía en un asentamiento al sur de Gesell y que era parte de una familia con varios antecedentes. Las versiones más fundadas hablaban de un ajuste de cuentas entre vecinos. Desde aquel día, los allegados a Ozores se ensañaron con los moradores del barrio y recrudecieron sus hábitos violentos, no sólo para vengar la muerte de Miguel sino también para demostrar su poder de fuego en una de las zonas de la ciudad relegada de luz, cloacas y agua corriente. Entre sus faenas se mencionan despojos, agresiones y el incendio de al menos tres de las precarias viviendas que dominan la humilde barriada ubicada a la altura del Paseo 148 y Avenida 8, donde los confines del tejido urbano se funden con la geografía primigenia de Villa Gesell entre casillas de madera y médanos sin ninguna clase de urbanización.
Pero lejos de amedrentar a los vecinos, las embestidas de los Ozores y su círculo motivaron una serie de denuncias que derivó en la detención de cuatro personas, entre ellas el padre y un hermano de Miguel. “Esta gente tenía al barrio en un puño no sólo por su violencia, sino también porque nos amenazaban a todos”, le reveló a Perfil.com alguien del lugar. Entonces comenzaron a aparecer testimonios y acusaciones no solo sobre los hechos recientes, sino sobre otros anteriores. Y ahí surgió el nombre de Agostina Sorich, de quien ya se había dicho en su tiempo que podría haber estado en ese lugar mientras era buscada en distintos puntos de la ciudad.
Son varias las fojas de la causa por Agostina que apuntaban al barrio y a algunos de sus habitantes como posibles involucrados en su desaparición. Personas tan disímiles entre sí como la empleada de una estación de servicio de la zona, un inspector de la línea de colectivo local 504 y hasta una compañera del colegio (la nena de 12 años cursaba sexto grado en la Escuela 2) declararon haberla visto en las inmediaciones del lugar entre octubre y noviembre de 2010. Incluso hubo dos llamados anónimos que reforzaron la teoría de que se encontraba allí: uno realizado al 911 y otro al propio padre de Agostina, que oyó que a su hija la tenía el propio Miguel Ozores en su vivienda. Asimismo, algunos declarantes hicieron énfasis en el vínculo de Agostina con dos nenas del barrio, sugiriendo que ellas podrían tener información sobre de su paradero, aunque en la causa ambas juraron que no la volvieron a ver tras su desaparición.
Producto de estas informaciones fue que la Policía acudió varias veces al asentamiento del sur de Villa Gesell. Allí indagó a Miguel Ozores, quien en octubre de 2010 afirmó conocer el vínculo de Agostina con dos primas suyas, aunque evidenció algunas contradicciones en sus testimonios: dijo que hacía un mes y medio que no la veía, luego declaró que la había visto en el barrio poco antes de desaparecer y sobre el final señaló que la vio por última vez veinte días antes. Como si fuera poco, Gabriel Ozores (padre de Miguel, actualmente detenido en una comisaría de Villa Gesell) opinó que le parecía “raro” que tanto su hijo como los otros chicos del barrio dijeran que no la veían a Agostina desde hacía un mes, ya que él mismo aseguraba haberla visto tiempo después del declarado por sus vecinos. Sin embargo, los investigadores no parecieron juzgar sospechosas estas confusiones.
El 16 de octubre (es decir, un día después del cuarto aniversario de la desaparición), la Policía de Villa Gesell anunció el despliegue de un importante operativo que podría aportar novedades sobre el destino de Sorich. La ciudad entera se conmovió por la reactualización de una causa que ya se daba por perdida, ya que a pesar de haber alentado una gran cantidad de sospechas, rumores y especulaciones (que iban desde la trata de personas hasta un conflicto familiar), la investigación jamás pudo arrojar datos alentadores. Por la mañana, una numerosa delegación de Policía, Gendarmería y Bomberos allanó una vivienda en Paseo 104 bis entre Avenidas 14 y 15, propiedad de un allegado a la familia Sorich que los había alojado un año antes de la desaparición de Agostina y sobre el que actualmente pesa una denuncia de abuso sexual. Allí se secuestraron una sierra, un serrucho, prendas halladas en un pozo ciego y restos óseos que finalmente serían de un animal.
El mayor impacto se produjo esa misma tarde, cuando la comitiva inició una segunda tarea, ya no en ese lugar sino en el asentamiento de 148 y 8. Hasta allí fueron con radares de penetración terrestre y una pala mecánica. Habían recibido el dato de que Agostina podría estar enterrada en esa zona. Aunque los resultados iniciales fueron negativos, la aparición de un nuevo actor acentúo el foco en el lugar. Según le confió otro vecino de ese barrio a Perfil.com, de la causa que investiga a los Ozores y a dos allegados a ellos, detenidos, se desprendió un testimonio que relató con crudeza el supuesto final de la chica. Aunque la Justicia aún no pudo confirmar el dato, con varias las voces en el barrio que repiten lo mismo.
La declaración en cuestión indicaría que la nena fue ultimada en una de esas casillas y luego enterrada en un sector adyacente, donde originalmente había chanchos que pertenecían a los Ozores. Alguien del barrio apunta un dato que reaviva sospechas más escabrosas: la chanchera (que es visualizada al lado de la vivienda de Miguel Ozores y descripta en la causa por el personal policial que trabajó en la zona durante fines de 2010) fue curiosamente desmontada poco después de la desaparición de Agostina. “Los chanchos se comen todo, hasta los huesos. Y no dejan nada”, observa esta fuente.
A pesar de que el primer rastrillaje no arrojó resultados significativos, algunos vecinos señalan que la Policía volvió al lugar por la noche de ese mismo jueves 16 de octubre. Aunque, a diferencia de los allanamientos de la mañana y la tarde, esta vez no hubo presencia periodística. La Fiscalía interviniente (con sede en Dolores, ciudad judicial cabecera de toda la región) aún no reveló mayores precisiones al respecto y el silencio subraya nuevos interrogantes: ¿Cómo fue que la nena pudo haber aparecido en ese barrio? ¿Lo hizo por su propia voluntad? ¿Alguien de su entorno o de la investigación sabía más de lo que dijo? ¿Qué es lo que pudo haber motivado tan brutal desenlace? Enigmas que la Justicia tal vez pueda desentramar si busca un poco más allá de lo que hizo en estos cuatro años.
(*) Especial para Perfil.com