Fue un 24 de marzo de 2004. Ese día, en ocasión de cumplirse un nuevo aniversario del último golpe militar de la historia argentina, Roberto Fernando Bendini se subió a una escalerita y quedó inmortalizado como el hombre que descolgó en el Colegio Militar los retratos de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone.
Simbólica como pocas, la decisión de quitar las pinturas había sido adoptada por el entonces presidente Néstor Kirchner en respuesta a una iniciativa del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) de Horacio Verbitsky, que el mandatario enseguida hizo suya. Y también fue de Kirchner la decisión de que fuera Bendini quien retirara los cuadros.
Lo cierto es que el ex presidente sabía muy bien a quién confiaba la tarea de ejemplificar el "arrepentimiento" del Ejército. No por nada, de hecho, Kirchner ya había confiado en Bendini un año antes para que asumiera la jefatura del Ejército, pese a que sobre el militar ya pesaban las denuncias por las que hoy se decidió su procesamiento.
Si hoy el hombre del Ejército es juzgado por peculado, ello tiene que ver efectivamente con cosas que hizo durante su paso por la Brigada Mecanizada XI de Río Gallegos, de la que fue jefe en pleno apogeo de la gestión de Kirchner como gobernador de Santa Cruz.
La sola mención de ese origen patagónico de Bendini sirve ya para entender por qué Kirchner confió en él y lo designó por decreto Jefe del Estado Mayor General del Ejército el 28 de mayo de 2003. Como también eso quizás sea suficiente para entender por qué tardó tiempo en avanzar la causa que ese mismo año empezó a tramitarse en contra del militar.
Completar el rompecabezas es más fácil teniendo en cuenta el testimonio dado en 2006 al portal OPI Santa Cruz por un militar de la Brigada Mecanizada de Río Gallegos, quien entre otras cosas decía por entonces que se podría "meter preso" a Bendini si se difundiera documentación de cuando "era jefe en Río Gallegos y transaba con el gobierno de Santa Cruz". ¿Habrá aparecido algo de eso?