Con la cena de protocolo de este viernes 8 de noviembre en el Hotel Emperador, arrancó oficialmente el segundo encuentro del Grupo de Puebla. Este sábado, el presidente electo, Alberto Fernández, se encarga de inaugurar las jornadas de debate en lo que será su debut como líder regional en este espacio, que aspira a reconstruir la integración progresista en Latinoamérica.
Aunque breve, el papel de Fernández en el evento no es menor. Hay quienes depositan en él las expectativas de proyectar un liderazgo a nivel regional que supla el rol que alguna vez tomó Brasil como locomotora de la integración, en la década pasada, por su peso económico y su liderazgo natural. Más aún considerando que la otra gran potencia, México, debe lidiar primero con su propia tradición de mirar al Norte a fin de afianzar el eje que se sugirió en la foto de Alberto con Andrés Manuel López Obrador.
A lo largo de siete jornadas de debate a puertas cerradas a lo largo de este sábado 9 de noviembre y hasta el mediodía de mañana, el Grupo de Puebla debatirá sobre diversos temas que hacen a la actualidad regional, desde el dominó de estallidos sociales –frente al cual niega cualquier responsabilidad pero sobre el cual se sienten empujados a tomar posición en contra de las represiones ejercidas por los gobiernos de Ecuador y Chile–, hasta cuestiones medioambientales y una valoración de los movimientos migratorios como un derecho social y no bajo el prisma de la seguridad.
Otro de los temas que ocupará un espacio importante, tal como lo viene haciendo en las declaraciones sucesivas del Grupo desde aquella primera cumbre en julio pasado, es el de la guerra judicial contra los líderes progresistas, o Lawfare.
El Grupo de Puebla formó un comité jurídico del que participan destacadas figuras internacionales como el español Baltasar Garzón o la brasileña Carol Proner y que ha condenado las causas contra Rafael Correa o el ex candidato brasileño Daniel Haddad. La liberación de Lula, de hecho, es leída como una victoria política en este campo.
En paralelo a la declaración que emita la cumbre, se difundirá un segundo documento: un manifiesto que pretende ser una declaración de principios del progresismo de cara a 2020. Entre otras cuestiones, fijará la voz del Grupo respecto a qué tipo de integración se pretende construir en la convergencia entre viejos mecanismos en desuso y un aggiornamiento en la dinámica y discurso de la izquierda para volver al poder en una América Latina en disputa.
La libertad de Lula acapara el centro de atención de la cumbre
La liberación del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva generó reacciones positivas dentro del Grupo de Puebla, que habían adoptado la lucha por su liberación y la condena al accionar de la Justicia en Brasil como una de sus banderas. La mandataria Dilma Rousseff, a su arribo a la cena de protocolo de ayer, celebró su salida de prisión aunque insistió en su inocencia. “Fue condenado sin culpas. No nos basta su libertad, queremos su inocencia”.
Al cierre de esta edición, se esperaba un pronunciamiento por parte del Grupo de Puebla que podría darse entre hoy y mañana de forma colectiva, en el marco de las jornadas de debate. Felipe Solá, el dirigente que se consolida como posible canciller del futuro gobierno de Alberto, alegó ayer a la fortaleza de Lula en declaraciones a los medios. Además, ponderó que “millones” de argentinos celebraron la decisión judicial.
Paradójicamente, Brasil era el plan original para esta segunda reunión del Foro ProgresivaMente, luego de aquel debut en Puebla. No obstante, Alberto propuso realizarlo en Argentina, antes de la realización de las primarias. Ayer y hoy el clan Bolsonaro reaccionó con virulencia tras conocerse la orden del Tribunal Supremo Federal.
En lo que se vislumbra como una relación tensa, todavía no se establecieron puentes oficiales de contacto entre el equipo del futuro mandatario argentino y el gobierno en Brasilia. De momento, ni siquiera se sabe quién vendrá de Brasil en representación protocolar a la asunción del 10 de diciembre.