POLITICA
CENA EN OLIVOS

Alberto Fernández, el cumpleaños de Fabiola y la foto que inició su declive político

Una noche de julio del 2020 Alberto Fernández cometió un error, el primero de una larga lista que lo llevó a pagar consecuencias judiciales y políticas, que hoy lo dejan afuera de la reelección.

Alberto Fernández
Alberto Fernández | Agencia Na

La noche del martes 14 de julio del 2020, Alberto Fernández se sacó una foto que marcó a fuego su imagen, puso en jaque al Frente de Todos y atravesó su gestión. La pandemia de coronavirus llevaba cuatro meses condicionando a la Argentina y era su primer gran desafío como presidente, con una gestión hasta entonces aceptable, con consecuencias, pero que sirvió para ahorrar tiempo y poner a punto el sistema de salud para evitar un colapso. 

La foto que se sacó esa noche en la Quinta de Olivos se conoció al año siguiente, en 2021. Se filtró a los medios mientras el Frente de Todos se preparaba para encarar a fondo la campaña electoral para las PASO. Ahí se lo veía festejando el cumpleaños de la primera dama Fabiola Yáñez junto a ocho personas: sin distanciamiento social, sin barbijo y sin aislamiento.

En privado, el presidente posaba en una situación que condenaba en público, y una gran porción de la sociedad no perdonó su falta de honestidad. 

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El concepto de "fiesta VIP en Olivos" no tardó en copar la parada, con un presidente expuesto en flagrancia: había cometido un delito al violar las restricciones sanitarias que él mismo había impuesto a 40 y tantos millones de argentinos y argentinas por medio de la firma de sus Decretos de Necesidad y Urgencia. 

En medio del escándalo, ensayó explicaciones públicas y un raro pedido de disculpas que hasta lo llevó a responsabilizar a Yáñez al decir que "mi querida Fabiola convocó a un brindis que no debió haberse hecho".

No alcanzó. El daño no solo estaba hecho en la sociedad, sino que también hacia adentro del Frente de Todos. Porque a la incertidumbre y crisis económica que arrastraba del macrismo se le sumó una fuerte carga producto de la restricción de las actividades económicas enmarcadas en la gestión de la pandemia.

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La cena en Olivos.

Ese cóctel llevó al fracaso electoral del oficialismo en 2021, al punto tal que estuvo a punto de romperse.

La Cena en Olivos fue el inicio del declive

Este abogado y dirigente del PJ porteño, que venía de una década de enemistad con Cristina Kirchner, había llegado a la gestión con una gran aceptación interna y externa. Pero aquella noche de julio fue el empujón que posibilitó la caída en tobogán de su reputación pública.

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Claro que con el pasar de los días se sumaron condimentos provenientes de la propia interna y los efectos de sus políticas: gobernó peleado con el kirchnerismo, dio marcha atrás en medidas clave y firmó un acuerdo con el Fondo Monetario que llevó al país a superar el 100% de inflación anual, entre otras cosas.

Así y todo, Fernández no dudó en ponerse a disposición de la Justicia. Es que el enojo por la aparición de esa foto se canalizó a través de denuncias que lo llevaron a tener su primera causa penal nada menos que en los tribunales de Comodoro Py, defenestrados por su socia política y, con tonos más amables, por él mismo.

El que lo imputó por infringir el 205 del Código Penal fue el fiscal federal Ramiro González, encargado de impulsar la investigación. Actuaba junto con el juez federal Sebastián Casanello en una causa que concentraba la atención de una oposición que presionaba públicamente para que haya consecuencias judiciales, para que se vaya a fondo. 

Primero se presentó por derecho propio y después puso al frente de su defensa y la de su mujer al penalista Juan Pablo Fioribello. Desde un primer momento, la estrategia fue mostrar públicamente que no había presiones ni impedimentos para que la Justicia investigue.

En paralelo al enojo social, Fernández fue favorecido con una serie de hechos en ese plano: un conflicto de competencia terminó con la causa radicada en San Isidro, jurisdicción de la quinta de Olivos, tras el aval de Casanello y sin que ningún otro magistrado del edificio de Retiro logre retenerla; y una vez la zona norte, logró que no salga sorteada la jueza Sandra Arroyo Salgado. 

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Hubo pruebas, llamados a declarar y escritos, hasta que logró el sobreseimiento. Tal como había anticipado su abogado en declaraciones periodísticas, muchas de ellas a PERFIL, el presidente se sacó la causa de encima por medio de un acuerdo de reparación integral: aceptó donar $3 millones al Instituto Malbrán. 

Esa donación económica no conformó más que a la Justicia, que aún tiene pendiente la firma de la resolución definitiva. Pero, si se permite una comparación, se trató de un monto muy bajo, casi incomparable al daño que se autogeneró con esa reunión y esa foto.

El paso del tiempo hoy permite ver con más claridad la película e identificar aquel episodio como un primer golpe a su gestión, a la que después se le sumaron un cúmulo de hechos más allá de la pandemia, la guerra y la sequía que todo el tiempo se encarga de enumerar para explicar las dificultades de su paso por la Presidencia.

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Aquella foto fue el comienzo, fue un punto de partida que lo dejó sin posibilidades de ser reelecto, con picos de imagen negativa en las encuestas y un último desafío: evitar, de acá al 10 de diciembre, el empeoramiento de una crisis económica y social de la que es corresponsable.

El sabor amargo de la foto dejó una lección clara: los errores, por mínimos que sean, tienen consecuencias que pueden acumularse hasta lograr dinamitar el caudal político de un dirigente. Alberto Fernández lo sabe, y por eso se bajó.

CP