Lleva media hora de discurso, y ya es fácil saber qué van a sacar los diarios mañana. El que está pronunciando ahora, es un discurso histórico. Nunca en las aperturas parlamentarias, un presidente improvisó. Ella se animó, y está "dialogando" con los legisladores que, al revés de otras ocasiones, no se aburren.
Es que la Presidenta puede tener muchos defectos, se la puede acusar de algunas falencias, pero habría que reconocer que es la mejor oradora de la política argentina.
No se analiza acá el contenido de su discurso –siempre atado a sus ataques tradicionales a la prensa y a la oposición-, sino a la forma.
Mejor que todos, ella sabe cómo manejar un auditorio. Sabe hacer las pausas para que resuenen los aplausos, adereza sus críticas con datos y gesticula lo necesario.
Es cierto que un buen discurso no garantiza un buen gobierno –su antecesor es un pésimo orador, y sin embargo...-, pero resulta interesante verla en acción.
Sus apuntes mentales son llamativos. Va hilando de tema en tema –sin olvidar sus obsesiones-, hasta agotar la cuestión.
Desde el retorno a la democracia en 1983, salvo Raúl Alfonsín, ningún presidente argentino se distinguió por la oratoria. Hace faltan muchas virtudes más para ser una estadista, pero Cristina, no caben dudas, sabe comunicar.