La jueza Sandra Arroyo Salgado abrió un nuevo debate sobre la hora a la que murió su ex marido, el fiscal Alberto Nisman, y afirmó que el cadáver había sido movido de lugar, es decir, que de alguna forma se había alterado la escena de la muerte.
De esa forma, las acusaciones de Sandra Arroyo Salgado refrescaron las dudas que había lanzado desde un inicio el periodista Damián Pachter, el primero en dar a conocer la muerte de Nisman el 18 de enero.
Desde su exilio en Israel, Pachter reafirmó en una entrevista con PERFIL que por su tuit “alguien se vio obligado a improvisar” por la velocidad con que se conoció la noticia y cómo capturó rápidamente la atención de toda la Argentina.
—¿Por qué está tan convencido?
—Sigo con la convicción de que cuando informé sobre el hecho algo estaba pasando, surgió algún efecto a partir de ello. Estaban trabajando sobre la escena del crimen para aparentar que fue un suicidio, como lo sostuvieron durante las primeras 24 horas. Cuando escribí el tuit, la sangre estaba seca, y el fiscal, muerto.
—¿Te llamó a declarar la fiscal Viviana Fein, quien lleva adelante la investigación por la muerte de Nisman?
—Hasta el momento, jamás lo hizo.
—¿Qué pensás de la presentación de Arroyo Salgado?
—Fue contundente en los detalles que dio y en la evidencia científica que juntó su equipo. Lo que hizo fue poner un poco de orden a lo que ocurrió, ya que hay como un esfuerzo por encubrir y sobreencubrir. Se está tratando de utilizar a los medios para confundir a la opinión pública. Es como una película que están haciendo deliberadamente para que parezca así.
—Ya pasó un mes y medio desde la muerte de Nisman, ¿cómo lo vive después de todo lo pasado?
—Todavía no me bajó todo lo que ocurrió, internamente las aguas no están calmas. Estoy bien emocionalmente, procesando todo lo que viví. Todavía no lo puedo entender. Ni siquiera caigo en todo lo que pasó con el fiscal. Me esperaba las versiones que salieron haciendo referencia a que soy un supuesto agente porque en Intratables dije que soy un soldado israelí, que estuve en el ejército durante tres años, porque el servicio militar es obligatorio. Hay una tendencia en la Argentina a creer en teorías conspirativas; o sea, si tenés doble ciudadanía, sos judío, israelí y estuviste en el Ejército, estás fichado.
—¿Cómo sobrelleva actualmente la situación?
—Me la estoy bancando solo. Es algo a lo que estoy acostumbrado. Estuve en el ejército y eso me sirvió para tener la mayor calma posible en momentos difíciles. No es la primera vez que estoy bajo presión y tengo que actuar al respecto. Pero lo que pasó en la Argentina fue excepcional por cómo se dio. Nadie está preparado para situaciones de este tipo.
—¿Aún tiene esperanzas de que algún funcionario argentino lo llame por lo sucedido?
—Todavía nadie se contactó conmigo, ni siquiera desde la embajada en Tel Aviv. Me gustaría que lo hicieran y estoy dispuesto a escucharlos, pero teniendo en cuenta el tiempo que pasó, no tiene sentido. Lo primero que hizo el Gobierno fue publicar mis datos, en lugar de comunicarse conmigo o con mi familia. Si tenían la inteligencia logística de conseguir los datos de mi vuelo, podrían haberme pegado un llamadito antes y todo hubiera sido más claro.
—¿ Y las autoridades israelíes se pusieron en contacto con usted ?
—No recibí llamados ni de políticos oficialistas u opositores ni del gobierno israelí. Los únicos que lo hicieron fueron universidades para saber sobre mi situación, y entidades internacionales que defienden los derechos de los periodistas para ofrecerme protección.
—¿Por qué les inició una demanda a Télam y a Aerolíneas Argentinas?
—Para ayudar a que lo que ocurrió no pase nunca más, para que mi caso les sirva a otros colegas o personas, para que no se publiquen más datos personales de un ciudadano por internet o por donde sea.
—¿Y a qué se debió la presentación que realizó ante las Naciones Unidas ?
—La hice por una cuestión de protección. Hasta que pisé Israel, todavía tenía temor de que alguien pudiera estar siguiéndome, ya que en España o Uruguay podían hacerlo. Por ahora no me siento seguro volviendo a la Argentina, por eso no voy a retornar, al menos no con este gobierno.
—¿Cómo fue su partida?
—Jamás tuve certeza de que alguien me estaba siguiendo. Pero después comprobé que una persona sospechosa que vi entrar al bar era un agente de Inteligencia. La decisión fue irme al lugar más rápido posible y de ahí a Israel. El tiempo era un factor determinante.