Tras casi un año de frialdad, Mauricio Macri y el papa Francisco parecen dispuestos a empezar de nuevo. En la previa de que se concrete una nueva reunión en el Vaticano, la segunda desde que Macri es presidente, el ánimo mutuo apuntaba a mejorar (un poco, al menos) la friccionada relación entre ambos.
Desde Casa Rosada apuestan a que así sea. Dos datos formales alimentan ese optimismo: el clima del encuentro se previó más familiar que dirigencial, y el motivo central de la cita es la canonización del cura argentino José Brochero. Con un plus político: los voceros que más ruido metían en la bilateral, tanto de parte de Macri como del Papa, adoptaron un notorio perfil bajo.
El Presidente visita a Francisco con su familia ensamblada, en un gesto que también apunta a distender el vínculo. Macri llegó al Vaticano junto a su esposa, Juliana Awada, su hija Antonia y Valentina, la hija que Awada tuvo en su primer matrimonio con el conde Bruno Barbier. Además está la hija del primer matrimonio de Macri, Agustina, de 33 años, quien ya estaba en Roma esperándolos.
Después de la ronda de saludos, el Papa y Macri tienen previsto una charla en privado. El lugar elegido, el estudio anexo al aula Paulo VI del Vaticano, ya marca el primer contraste respecto de la tensa visita de febrero pasado. Aquella primera cita (22 minutos que batieron récords de brevedad) se realizó en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, donde Francisco mantiene sus reuniones más protocolares. Desde Casa Rosada esperan, a partir de hoy, dejar atrás aquel antecedente.
“Estoy muy bien para mañana”, aseguró ayer Macri tras una recorrida en bicicleta por Roma con el cardenal y sucesor de Jorge Bergoglio al frente del arzobispado porteño, Mario Poli. “No hay razón alguna para que no salga bien”, aseguró la canciller Susana Malcorra en el hotel De Russie. Se trata de un cinco estrellas ubicado en la Via del Babbuino, en el centro histórico de la capital italiana, a metros de la Piazza del Popolo.
Nuevo perfil. El clima de calidez previa choca con la postura que eligió una buena parte del macrismo para lidiar con el Papa. Lejos de la cercanía actual, Malcorra limitó el vínculo a lo meramente institucional en el arranque de su gestión como canciller. Los otros dirigentes del PRO que habían enfriado el diálogo, con Marcos Peña y Jaime Duran Barba a la cabeza, quedaron relegados en el rol de voceros sobre temas papales. El asesor ecuatoriano había hecho declaraciones al borde de lo desafiante, al afirmar que “un papa no cambia el voto ni de diez personas, aunque sea argentino o sueco”.
Las buenas ondas vigentes exigen otro tacto. “En el marco de una ocasión tan importante como lo es la canonización del cura Brochero, la reunión es un hecho sumamente promisorio”, destacó el embajador argentino ante el Vaticano, Rogelio Pfirter, uno de los funcionarios que más trabajaron para amasar la bilateral durante los últimos meses.
Por el lado papal, sus representantes informales más críticos de las políticas sociales macristas (como el legislador Gustavo Vera, el director de Scholas Occurrentes, Enrique Palmeyro, y el militante Juan Grabois) también bajaron el perfil.
Tras el encuentro con Bergoglio, el Presidente se reunirá en el hotel Meliá de Roma con más de treinta embajadores argentinos en Europa. Y a su vez está previsto un encuentro con el primer ministro de Italia, Matteo Renzi, en Florencia.
Mañana, Macri, el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, el vocero presidencial Iván Pavlovsky y el secretario de Culto, Santiago de Estrada, participarán de la ceremonia de canonización de Brochero.