POLITICA

Divorcios controvertidos

La Presidenta cargó contra los que presidieron el Banco Central en 8 años de kirchnerismo. El desagrado por los que estuvieron cerca y ya no lo están. Galería. Galería de fotos

El kirchnerismo profesa un profundo desagrado por aquellos que estuvieron cerca y ya no lo están.
| Cedoc

La Presidenta es una polemista. Esta semana cargó contra quienes presidieron el Banco Central entre 2003 y comienzos de 2011, nada menos que ocho de los nueve años que el kirchnerismo lleva gobernando. Los denostados, Alfonso Prat Gay y Martín Redrado, incorporados a la oposición, vienen formulando críticas a la política económica. Pero quizás no sea ésa la causa principal sino el profundo desagrado que profesa el kirchnerismo por aquellos que alguna vez estuvieron cerca y ya no lo están, generalmente más cruel que el que practican con los adversarios de siempre. Lo que a veces genera la reacción opuesta.

Encabeza la lista Alberto Fernández, quien pasó de ser el hombre de mayor confianza a su actual papel, el de enemigo perseguido y aliado de adversarios del Gobierno. Menos ruidosamente, el ministro de Economía de la 125, Martín Lousteau, corrió contemporáneamente igual suerte. Otro ejemplo es el de Graciela Ocaña, al frente del PAMI desde 2004 y luego ministra de Salud entre 2007 y 2009, actualmente diputada de la oposición (Udeso, Alfonsín-De Narváez, 2011). Y Julio Bárbaro, titular del estratégico Comité Federal de Radiodifusión de 2003 a 2008, predecesor de Mariotto y que hoy habla pestes del kirchnerismo.

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Si el estilo es la persona misma, el kirchnerismo demuestra su ser en el estilo con que procesa las desavenencias con sus propios funcionarios de confianza porque la costumbre de terminar mal con ellos viene de décadas. Eduardo Arnold, vicegobernador de Santa Cruz entre 1991 y 1999, durante dos de los tres períodos de Néstor Kirchner, también renunció peleado.

Suerte similar corrió Eduardo Acevedo, quien sucedió a Arnold como vicegobernador de Néstor Kirchner y luego fue el primer director de la SIDE kirchnerista hasta ser electo gobernador de Santa Cruz en diciembre de 2003. Enojado con el Gobierno nacional, renunció en 2006.

Se podría sumar a la lista Felipe Solá, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires con Néstor Kirchner. Lo insultaron por no apoyar la 125 y terminó aliado con De Narváez y Macri en las elecciones de 2009.

Como en los amores, los divorcios son de a dos. Si no habla muy bien del Gobierno que sus principales figuras se vayan dando un portazo, tampoco deja libres de contradicciones a los que se fueron.

En el otro extremo está Scioli, quien nunca se dio por ofendido gracias a su paciencia infinita, que lo hizo perseverar donde cualquiera habría puesto un límite, pero tampoco esa actitud lo deja exento de contradicciones, críticas y costos.

Se podría decir que estar muy cerca del Gobierno es tan peligroso como estar en contra, y quizás más, confirmando aquello de que sólo la indiferencia es lo contrario del amor, porque el odio también es un afecto.

La lista de amores malavenidos trasciende a los funcionarios y se agregan Eskenazi, Moyano, el Grupo Clarín. Más un ambivalente purgatorio con Hadad y Brito.

Volviendo a los funcionarios, se distinguen dos casos que lograron metabolizar su participación en el Gobierno y su distancia posterior de una forma menos abrupta. El de Sergio Massa, jefe de Gabinete que sucedió a Alberto Fernández en el difícil tránsito del post 125 a la derrota en las elecciones legislativas de 2009, y logró como intendente de Tigre mantener una distancia crítica del Gobierno pero al precio de borrarse de los medios. Y el de Lavagna, que por su señorío tan previo al kirchnerismo está más allá de cualquier escándalo.
Es lógico que haya un recambio de funcionarios a lo largo de casi una década de gobierno, el menemismo produjo varios relevos en un período de tiempo similar pero los casos de ex funcionarios enemistados no fueron una constante como en el kirchnerismo, aunque sí hubo dos extremadamente ruidosos: el de Cavallo y el de Duhalde como vicepresidente.

Quizás por eso, para evitar futuros competidores, Néstor Kirchner prefirió un vicepresidente sin arraigo en el peronismo como Julio Cobos para acompañar la fórmula de su esposa, y ella misma haya elegido a Boudou casualmente por sus limitaciones más que por sus virtudes. También Cobos integra la lista de ex aliados enemistados.

Es probable que en este segundo mandato la Presidenta precise rotar menos funcionarios y a la vez genere menos separaciones ruidosas por el solo hecho de que al comienzo el kirchnerismo no había formado sus propios cuadros y tuvo que apelar a lo que había.

Veremos.

(Columna publicada en la edición impresa de Diario PERFIL)