Pocos hablan de ataque a la propiedad privada o de falta de respeto al deseo expresado hace menos
de un año, a instancias de las mismas autoridades que ahora unifican el sistema previsional, de
quedarse en una AFJP para acceder a la capitalización de sus ahorros. Ese discurso no ha prendido,
salvo en una elite.
En todo caso, son espasmos sin mucha difusión, o aún resignación, de quienes creían que las
reglas de juego iban a ser respetadas o de quienes habían preferido a Drácula (las AFJP) porque
Frankestein (el Estado) ya había estafado varias veces a sus abuelos y a sus padres.
A diferencia del proceso de desgaste que siguió al dictado de la Resolución 125 y como
objetivamente esta vez se trata de un premio más gordo todavía para el Fisco, en el caso de la
estatización de los ahorros jubilatorios, el gobierno nacional parece haber aprendido algunas
lecciones y ha ganado varias refriegas decisivas.
En primer término, se impuso en la batalla del discurso, a partir de haber estructurado una
versión que omitía reconocer que detrás de la jugada hay un trasfondo de necesidades fiscales. Para
sustentarla, se amparó en la baja de la rentabilidad de las Administradoras, "debido a la crisis
internacional", dijo, aunque nada se señaló en relación a los desaguisados locales de política
económica que ya habían destruido desde hacía un tiempo las cotizaciones de bonos y acciones.
Después, ganó la batalla del tiempo, ya que el tratamiento ultrarápido en el Congreso, casi sin
debate para una ley "fundacional", tal como la catalogó el titular de la Comisión de Previsión de
la Cámara de Diputados, el oficialista Juan Carlos Díaz Roig, le evitó idas, vueltas, dimes y
diretes y cuatro meses de desgaste, como le ocurrió en el conflicto con el campo.
Además, esta vez contó con una oposición que no fue capaz de presentar siquiera un proyecto
en común y ganó entonces la batalla de quedarse solo en el escenario, sin una Mesa de Enlace que
unificara posturas del otro lado.
En ese orden, esta vez el Gobierno dejó de lado la intransigencia del caso retenciones y supo
negociar en el Congreso de modo bien práctico con potenciales aliados, brindándoles más cosmética
que efectividades en torno a un supuesto control de las inversiones, más el premio de alguna silla
en ese organismo.
También ganó la batalla de los medios, ya que por obra y gracia de cierta unanimidad
informativa, la mayor parte de ellos siguen afirmando que de lo que se trata es de la "estatización
de las AFJP" y generalmente no se habla ni en radio ni en TV de la expropiación de los ahorros.
Esta vez, las Administadoras han sido un perfecto chivo expiatorio a quien el Gobierno estigmatizó
con razón en el caso de las comisiones, aunque siempre hicieron en esta materia y en cuestión de
inversiones, lo que las normas oficiales le permitieron y nada más.
Por último, ganó la batalla de la calle y no sólo porque las manifestaciones antiunificación
fueron más bien modestas y mal encaradas, con oradores mal elegidos y consignas poco claras, sino
porque esta vez el oficialismo omitió la polémica con elementos que disgustan a la sociedad, como
Luis D'Elía.
Sin posibilidades de torcer la historia, hasta ahora, la desconfianza hizo que quienes han
tenido la oportunidad hayan salido a vender bonos y acciones y tomar posiciones en dólares, mercado
que también ha sido clausurado en su libertad por operativos oficiales, para quitarle presión a la
divisa. Si la ley se aprueba, a los futuros jubilados, sólo les quedará la posibilidad de oponer
una acción judicial para intentar recuperar sus ahorros que, según los abogados, no son un derecho
en expectativa, sino de su propiedad. Tanto que hasta podían transmitirse por herencia, dicen.
Para avalar la presentación, que ya algunos jueces están acordando de modo parcial, hay
declaraciones de funcionarios sobre los beneficios de ejercer la opción que hoy se niega, hechas
con anterioridad a esta movida oficial y sobre todo el hecho que la formación de la cuenta de
capitalización se hizo bajo el imperio de una Ley que no será derogada, ni siquiera por esta
unificación de apuro.