Ocurrió algunos días después de la derrota electoral. Un par de intendentes, que desde Olivos empezaban a recibir facturas con la palabra “traición” impresa, fueron a hacer catarsis al despacho de Daniel Scioli. Él los paró en seco: “No se calienten, 'El Loco' es así... Me lo van a contar a mí que me las hizo todas”.
Aunque jure que lo respeta, así lo llama ahora Scioli al ex presidente: El Loco”. Pero sólo en la intimidad. En público jamás se animará a criticarlo de esa forma. No lo hizo con Carlos Menem (79), su primer padrino político. Menos con Eduardo Duhalde (67), con quien nunca dejó de hablar.
Tampoco lo hará con Néstor Kirchner (59), a pesar de las actitudes cada vez más obvias de distanciamiento. ¿Cómo despegarse del ex presidente sin hacerlo tan explícito? La estrategia es mandar señales. Correrse, pero no romper, al menos por ahora. “Vamos a acompañar hasta la puerta del cementerio, pero no vamos a entrar con él”, grafica uno de los hombres de mayor confianza del gobernador. En política, los gestos, lo sabe bien Scioli, valen más que cualquier palabra.