El Congreso que viene, de no variar mucho los resultados de las PASO en octubre, mostrará que el kirchnerismo pierde la mayoría y que la oposición reacomoda sus bancadas. El radicalismo continuará siendo el segundo bloque, pero mucho más parejo con el PRO y el PJ disidente.
Esa distribución de fuerzas será crucial para el próximo gobierno, que en estas condiciones estará obligado a negociar. Y también es clave para la distribución de diferentes espacios en los que la segunda y tercera minoría tienen la posibilidad de designar dirigentes.
Para el radicalismo, haber armado la alianza con el PRO termina siendo algo redituable. No sólo mantendrá todas las bancas que renueva, sino que ganaría cinco más. No obstante, el macrismo llegaría a duplicar su bloque, sumando 19 diputados más. Así y todo, el frente Cambiemos, con poco menos de noventa diputados, quedaría lejos de los 130 que se necesitan para tener quórum propio. Mucho más complejo es el escenario en el Senado, donde el kirchnerismo ampliaría su ventaja.
El Frente para la Victoria perdería 17 diputados propios y seis aliados, pero seguiría siendo una fuerte primera minoría. En cambio, mucho más sombrío es el panorama para Progresistas, de Margarita Stolbizer, que apenas podría retener una banca de las nueve que pone en juego (Victoria Donda en Capital). En provincia de Buenos Aires, con la misma cantidad de votos, se quedaría fuera del reparto. Y el único que lograría entrar por el Frente Progresista de Santa Fe es un radical. El massismo, por su parte, pone en juego muy poco, por lo que su cosecha en la Provincia le permitirá aumentar su representación. Todos los peronistas no kirchneristas sumados serían 42, que se transformarán en un bloque clave del Congreso.