Axel Kicillof (41) espera sentado en la antesala del despacho presidencial. No usa saco, tiene una camisa negra y sus ojos claros están focalizados en los papeles que tiene en sus manos. Lleva estudios y gráficos para que la Presidenta los analice. Ella lo recibe sin intermediarios, una rara excepción en la lógica kirchnerista. La escena, según los habitués de la Casa Rosada, se dio unos días antes desde su desembarco como viceministro de Economía y se repite cada semana: es una muestra de la confianza que le tiene Cristina a la hora de hablar de números.
A pesar de la buena sintonía que mantiene con la Presidenta, el joven economista prefiere el perfil bajo, fiel al estilo camporista. Sin embargo, su última declaración jurada presentada ante la Oficina Anticorrupción expone un contradicción entre su vida privada y el “modelo” que defiende desde su despacho en el Palacio de Hacienda. No escapa a las máximas del clan Kirchner: prefiere ahorrar en dólares e invertir en inmuebles. Pero no apuesta por el país, sino que tiene parte de sus ahorros y su refugio en Uruguay.
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