La intervención en la Agencia Federal de Inteligencia dispuesta por el propio presidente Alberto Fernández y ejecutada por Cristina Caamaño reveló un escandoloso operativo en el que se espió a todos los periodistas presentes durante el G20 realizado en Argentina bajo la gestión de Mauricio Macri. Sin embargo, un repaso de la historia de nuestro país nos mostrará que se trata de prácticas que datan de varios antecedentes.
El funcionamiento de los servicios de inteligencia estuvo tradicionalmente vinculado a trabajar sobre los espacios opositores a los gobiernos, es decir, quien llevaba las riendas del Poder Ejecutivo tendría por lo menos durante su mandato, años de gracia sobre los espías. Es así como en 1946, Juan Domingo Perón creó la Coordinación de Informaciones de la Presidencia de la Nación (CIPN), el primer nombre de la Secretaría de Inteligencia del Estado.
El objetivo de esta agencia gubernamental estaba fundamentado en proveer de información al Estado no sólo sobre cuestiones internas sino también del extranjero. Antes de la creación de la SIDE peronista, las tareas de inteligencia estaban concentradas por personal militar, que se desempeñaba o bien en el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), o bien en el Servicio de Inteligencia Naval (SIN) y más tarde en el Servicio de Inteligencia de Aeronáutica (SIA). Sin embargo, la historia revelaría cómo la agencia se fue utilizando para investigar el avance de fuerzas de izquierda en el sindicalismo nacional y siempre estuvo influenciada por las agencias más importantes: la dirección de inteligencia francesa DST, la CIA en Estados Unidos y el MOSSAD, de Israel.
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Previamente, hay informes que datan de espías extranjeros que en el marco de la revolución rusa investigaban el avance del comunismo en el mundo, y hay documentación revelada por el investigador Hernán Díaz que cuenta cómo se hacía espionaje en Argentina desde los años de la Primera Guerra Mundial. De una manera similar es que se operó con la inteligencia nacional, influenciada por los organismos extranjeros, durante los años 50', 60' y 70' con las sangrientas dictaduras que se vivieron en la Argentina. Un caso bien recordado fue el del periodista Rodolfo Walsh.
Pero saliendo de esos años de intervención absoluta, el espionaje nunca dejó de funcionar, incluso en los años de la democracia. El caso de Adolf Eichmann, un militar de la Alemania Nazi que se exilió en la Argentina, es uno de ellos.
En 1948, Eichmann obtuvo un permiso de aterrizaje para Argentina y una identificación falsa bajo el nombre de "Ricardo Klement" a través de una organización dirigida por el obispo Alois Hudal, un clérigo austríaco residente en Italia con simpatías nazis. fue capturado en mayo de 1960 en San Fernando, Provincia de Buenos Aires, por un comando israelí.
Eichmann fue descubierto por Lothar Hermann y su hija Silvia. Lothar Hermann era un judío alemán ciego, vecino suyo, que había migrado a Argentina en 1938, cuya hija adolescente, Silvia, tenía amistad con el hijo de Eichmann. La chica le contaba a su padre anécdotas "del hogar del señor Klement" que le hicieron caer en la cuenta de su verdadera identidad. Hermann siguió interrogando a la niña hasta convencerse, aunque se encontró con el problema de que los jefes de Mossad no daban crédito a un ciego: según la agencia israelí era imposible que un ciego reconociera a un criminal de guerra. No fue hasta finales de la década de 1950 cuando se decidieron a intervenir. El Mossad lo identificó gracias a una serie de fotografías tomadas de manera furtiva, en las que se le reconocía por la particular morfología de su oreja izquierda (las fotos de Eichmann en su período nazi eran casi todas del lado izquierdo). El primer ministro David Ben-Gurión encargó su captura al jefe del Mossad, Isser Harel, que preparó un plan con la información suministrada por el famoso cazador de nazis Simon Wiesenthal, quien también había recibido la misma información pese a que el FBI negó que fuera cierta, aunque Wiesenthal la confirmó gracias a un colaborador que sedujo a una antigua amante de Eichmann.
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Otro recordado caso es el de Raúl Guglielminetti, también conocido como "el mayor Guastavino", un ex agente de inteligencia y presunto miembro de la Triple A que al pasar los años de la última dictadura argentina, en los años 80 se lo involucró en extorsiones y secuestros y fue el espía más conocido durante el gobierno de Raúl Alfonsín, incluso reconociendo ganar motines de guerra por tareas durante esos años. En su historial hay denuncias por secuestros, torturas, enriquecimiento ilícito, falsificación de documentos, estafas, tenencia de armas y robos.
Guglielminetti encabezaba el Grupo Alem, una oficina de Inteligencia paralela creada por Alfonsín que generó cuestionamientos por la falta de claridad de los motivos de su existencia. Pero cuando se cerró, él siguió estando en el poder como un custodio presidencial. Siempre había sido parte de la seguridad en Casa Rosada, desde 1968 hasta 1981. En la primavera democrática del 83, luego de haber torturado y extorsionado empresarios en el gobierno de facto, quedó como guardaespaldas de Raúl Alfonsín. Un año más tarde, fue nombrado por el ministro del Interior, Antonio Troccoli, al frente del llamado Grupo Alem, una facción de inteligencia que funcionó en Alem 218.
Dadas su habilidades en el mundo del espionaje, la familia del secuestrado empresario Sergio Meller le entregó dos millones de dólares para que colaborase con su liberación. Lo siguiente que supieron de Guglielminetti fue su detención en el aeropuerto madrileño de Barajas, con una valija con dinero. Por entonces, en 1985, ya lo buscaba la Justicia por varios delitos comunes. Seis meses estuvo detenido en España, y fue extraditado a nuestro país finalmente en la causa que investigaba el secuestro de Emilio Naum. Nueve horas después de llegar a la Argentina ya había sido liberado y absuelto. También quedó fuera de la investigación judicial en los casos Sivak y Kelly, en la causa seguida a la banda de los comisarios y en el robo del Banco Hurlingham. Pero su nombre quedó enredado en cuanta causa importante hubo en la Argentina de los años 80.
En 1985 se descubrieron armas y explosivos en su casa de Mercedes, y de nuevo se fugó al exterior. Volvió en 1987 y resultó condenado por esa causa y por un robo en un fallo que unificó la condena a seis años de prisión. Recuperó la libertad en 1991. Por entonces también estaba beneficiado por la ley de obediencia debida en una causa por torturas en Bahía Blanca. Estaba prófugo desde 2003. En 2006 fue encontrado por Interpol.
Ya en años de democracia plena, hay dos nombres protagónicos que datan de casos de espionajes. El de Gustavo Béliz y el de Antonio Stiuso. El hoy Secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la Nación incluso fue recordado por hacer conocida la cara del espía más poderoso de las últimas décadas en el ámbito de la inteligencia argentina.
El 25 de julio de 2004, el entonces ministro de Justicia había mostrado a las cámaras del programa Hora Clave (el de Mariano Grondona) la foto del agente de la SIDE, Horacio Antonio Stiuso, el espía más temido por los políticos argentinos y al que en el ambiente del poder se lo conoce como Jaime. Por esa revelación, Beliz perdió su cargo en el Gobierno, perdió la posibilidad de trabajar en el país y debió sobrevivir lejos de su tierra.
Pero antes, ya Béliz había denunciado otro caso. En el 2000, denunció que Mónica Amoroso, la mujer del legislador porteño de Nueva Dirigencia Miguel Doy, que se desempeñaba como jefa de su despacho, pertenecía al servicio de inteligencia de la Policía Federal desde 1983 y que tenía la orden de pasar información del círculo íntimo de el propio Béliz.
Respecto de Stiuso, hubo tres causas bien recordadas en los últimos años en donde tuvo que declarar y fue investigado: Dark Stark, Nisman y Atentado a la AMIA. En todos los casos siempre apuntó al kirchnerismo, a quien sirvió durante años y con quien luego se distanció en los últimos años de la presidencia de Cristina Fernández, por armar causas para perjudicarlo.
“Dark Star” es una empresa de seguridad a la que el ex jefe de la SIDE, Jaime Stiuso, acusó de hacer espionaje para Gran Bretaña. Era una gran excusa para escuchar a decenas de personas (más de 16.400 fojas de escuchas realizadas por la SIDE, durante más de tres años, que incluyó a a jueces, empresarios, jefes de la SIDE, y dirigentes del Gobierno y de la oposición), todos siempre apuntados como "los enemigos" de Stiuso, aunque fue sobreseído en la causa.
Por la causa de la desaparición del material del atentado a la AMIA, también dijo en 2017 que se trató de una causa armada en su contra. De la causa AMIA por la cual nunca se pudo llegar a la detención ni al paradero preciso de los responsables, es que nació la investigación del fiscal Nisman, muerto en 2015 por causas que generaron un Boca-River: suicidio u homicidio. Según Stiuso, el fiscal fue asesinado. La causa tuvo muchos altibajos y al igual que la del atentado, fue operada por muchísimos sectores de poder, en donde hay acusaciones cruzadas desde grupos terroristas de Irán, el Hezbollah, hasta el gobierno de Menem, el gobierno de Cristina Fernández, la embajada de Estados Unidos y los servicios de inteligencia desde ya, sin ninguna cuota de inocencia.
Antes del escándalo del G20 y la pandemia que se apoderó de todas las temáticas de los medios, en febrero de 2019, se conoció otro caso que volvería a destapar la cloaca de la AFI: el caso D'Alessio.
Marcelo D'Alessio fue grabado por un empresario mientras lo extorsionaba con ser juzgado por el fiscal Carlos Stornelli en la causa de los cuadernos de las coimas. A partir de allí, el falso abogado y espía que se presentaba como agente de la DEA fue procesado y el juez Ramos Padilla comenzó a destapar un hilo de escándalos que ya están cerca de ser elevados a juicio oral, donde se incluye la convivencia con el poder político, mediático y judicial. Espionajes, lavado de dinero, extorsiones. D'Alessio frecuentaba programas de televisión como un "experto en narcotráfico" y tenía una gran relación con el periodista de judiciales de Clarín, Daniel Santoro, además del propio fiscal Carlos Stornelli.
Tiene severos puntos de coincidencia con la AFI y contactos confirmados en el expediente con la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich. La banda de D'Alessio también se vinculó con el caso de Leonardo Fariña y la ruta del dinero K, con el espionaje a la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y al presidente de la Corte Suprema Carlos Rosenkrantz, entre otros importantes funcionarios.
J.D. / FeL