POLITICA

Estamos fritos

Por Gabriel Ziblat|Cuando en democracia muere un fiscal, sobre todo en un caso que conmociona tanto como éste, es necesario que los políticos respondan con madurez.

Cristina, Stiuso y Nisman.
| Cedoc.

Hace una semana nos dimos cuenta de que estábamos ciegos. Murió el fiscal Alberto Nisman y tardamos muy poco tiempo en entender que, una vez más, no íbamos a saber la verdad de la milanesa. Suicidio, suicidio inducido, asesinato. Las hipótesis siempre son las mismas tres, como si en el Prode tuviésemos que elegir entre local, empate o visitante. Solamente que no estamos hablando de un partido de fútbol, sino de la muerte de un fiscal, que como si fuera poco una semana atrás había denunciado a la Presidenta y algunos dirigentes por, supuestamente, montar un plan para encubrir a los iraníes acusados de ser los responsables del atentado a la AMIA en 1994, que dejó 85 muertos. 

Ya pasaron diez días y los “para mí” siguen proliferando, pero lo que pasó sigue siendo un misterio. Incluso todavía tenemos dudas de si Nisman era zurdo o diestro. Los asesinos (porque “para mí” fue un asesinato) pueden estar tranquilos: Argentina tiene una relación enfermiza con los papelones, porque ser un país normal no garpa, es aburrido. Por eso soportamos todo, nos indignamos de vez en cuando, pero después nos desconectamos y seguimos como si nada. Los que conducen los hilos del país hacen un control de daños y el show debe continuar. Hoy no sólo sabemos que estamos ciegos, sino también que estamos fritos. 

Cuando en democracia muere un fiscal, sobre todo en un caso que conmociona tanto como éste, es necesario que los políticos respondan con madurez. La madrugada del fatídico domingo tuiteé: “Es una guerra entre gente oscura. Es clave que la dirigencia esté a la altura para poder controlarla”. Hoy la inmensa mayoría del arco político coincide en que Nisman es una víctima de la interna de los servicios de inteligencia. Algunos apuntan al “opositor” (después de años de ser amigo) Jaime Stiuso. Otros al bando “oficialista”, liderado por Oscar Parrilli, César Milani y Fernando Pocino. Y algunos no descartan que sean agentes que actuaron por su cuenta. El problema es que sea uno u otro bando, la respuesta debería ser la misma: poner a la política por encima de los servicios de inteligencia.

Recién después de 30 años de democracia, mucha gente se entera de que la ex-SIDE (y ahora también el Ejército) se dedica a hacer espionaje político, operaciones judiciales y todo tipo de actividades ilegales. Los políticos, todos, estaban al tanto de esta situación, pero preferían seguir como si nada. Algunos por temor a que salten sus “carpetas”. Otros porque no tienen poder. ¿Cómo es posible que oficialistas y opositores sepan que sus teléfonos están pinchados y no hagan algo para impedirlo? Las herramientas existen. El problema es que son mediocres. Prefieren mantener sus parcelas de poder, sea cual fuera su tamaño. Quejarse, animarse, se paga caro. La mayoría ya no son políticos para transformar la realidad, sino para tener poder. Por eso se callan la boca ante las violaciones a la intimidad y la corrupción, y aceptan construir relatos que saben que no son 100% reales. Total nosotros estamos ciegos, y ellos se las saben todas. 

La oposición actuó como nos tiene acostumbrados. Son una mezcla de buenas intenciones, declaraciones rimbombantes, hipocresías, iniciativas truncas por falta de fuerza, apoyos mutuos, egoísmos, gestos, vanidades, esfuerzos vanos y pereza. Hay de todo en la oposición. Tenían la posibilidad de pararse unidos ante la sociedad, pero prefirieron las fotos individuales. Podían anticiparse al Gobierno y convocar todos juntos a reformar el funcionamiento de los servicios de inteligencia, del cual el Gobierno y muchos opositores son responsables. Pero una vez más dejaron que Cristina marque la cancha

Pero si de alguien había que esperar madurez era del Gobierno. Si somos benévolos y consideramos que “le tiraron un muerto” a Cristina, la respuesta no debería haber sido rupturista, sino constructiva. Primero, dar las condolencias a la familia de Nisman, que es la principal víctima. El Gobierno sufrió un golpe político, la familia perdió a un ser querido. Y segundo, convocar a la oposición a debatir cambios profundos en los servicios de inteligencia. En cambio, la Presidenta en unos días cambió su “para mí” sin sonrojarse (y dejando expuestos a los mediocres de turno), acusó a Clarín y otros demonios de estar detrás de toda la operación, y empezó a despotricar contra Stiuso, como si fuera un extraterrestre al que nunca vio en su vida. Ahora anunció un proyecto para disolver la SIDE y armar una AFI, pero en ningún momento abrió la puerta al debate. Aníbal Fernández ya dijo que la nueva agencia de inteligencia estará en marcha “antes de fines de mayo”. El proyecto todavía ni entró al Congreso y ya lo dan por aprobado… 

No parecen querer mucho debate, sólo maquillaje. ¿De qué serviría la AFI si el jefe del Ejército, Milani, sigue también haciendo tareas de inteligencia? Mientras tanto, el caso Nisman parece resuelto. Diego Lagomarsino algo tiene que ver. Seguro. ¿Seguro? En la madrugada en la que se conoció la noticia, Aníbal Fernández ya le decía a dirigentes opositores que se trataba de un suicidio. Seguro. Ahora sólo habla de Lagomarsino. Excelencia. Precisión. Cautela. Si el Secretario General de la Presidencia conduce la investigación estamos fritos. Para colmo a la Presidenta le pasan información que después se desmienten y la dejan al borde del ridículo. Mejor cambiemos el eje y hablemos de la nueva SIDE.  

Las preguntas se siguen repitiendo. Ojalá aparezcan las respuestas. Mientras tanto, asistimos a un nuevo espectáculo de la política argentina, que demuestra una vez más que los cambios de fondo son una utopía. El Gobierno responde con tozudez, aportando confusión a la causa, poniéndose en el lugar de víctima y proponiendo una tardía reforma de los servicios de inteligencia que utilizó a su favor durante una década. La oposición, en tanto, especula con llegar al gobierno en diciembre y no logra juntarse y decir cómo va a hacer para evitar que los Stiuso y Pocino tengan un poder desmesurado en el futuro. En 2015 no se refunda el país, sólo cambia un gobierno. La muerte de Nisman debería servir como un puente para empezar a tapar la grieta. Está pasando todo lo contrario…

 

(*) Redactor de Política de Diario Perfil. Publicado en La política no muerde.