POLITICA

Ganó el debate, perdimos todos

#Argentinadebate fue un hito para la democracia y un éxito televisivo. Los candidatos, como mucho, empataron; y los indecisos perdieron.

Daniel Scioli y Mauricio Macri.
| Cedoc

Ganó el debate. Daniel Scioli y Mauricio Macri cerraron el primer debate presidencial de la historia argentina, como preludio al primer balotaje efectivo entre dos candidatos en nuestro país. El show que #ArgentinaDebate organizó en la Facultad de derecho el domingo 15 de noviembre tuvo en vilo a todo el país y superó por momentos los 52 puntos de rating entre todas las transmisiones. Si bien se puede cuestionar la estructura del debate, acaso demasiado limitada en los tiempos y los temas, y algunos problemas técnicos, la organización del evento fue impecable. Felicitaciones a los responsables.

Perdimos los cancheros. "¿A quién le importa si no hay debate presidencial?", preguntábamos en esta misma columna hace menos de dos meses. En ese entonces, Daniel Scioli amagaba con hacer lo que, al final, hizo: faltar al debate con todos los candidatos presidenciales del 4 de octubre pasado. Planteábamos que "una charla dirigida arbitrariamente por periodistas probablemente no supere los 20 puntos de rating". En eso teníamos razón: el primer evento tuvo poco menos de 15 puntos de audiencia. Demasiadas cosas cambiaron en los últimos meses: pasamos de una victoria segura del gobernador bonaerense en primera vuelta, a un probable triunfo de Mauricio Macri en balotaje. Perdieron las encuestadoras que nunca previeron ese resultado. Perdieron los que aseguraban que un candidato del peronismo no podía ser derrotado en territorio bonaerense. Y perdieron los que decían (decíamos) que el debate era irrelevante, que a nadie le interesaría y que no influiría en la campaña. En resumen, perdimos los que las sabemos todas, los cancheros.

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Perdió el periodismo. Nadie duda de la capacidad de Luis Novaresio, Marcelo Bonelli o Rodolfo Barili , que cumplieron un rol más que aceptable. Pero el panel de periodistas tuvo dos grandes déficits. El primero, la diversidad: ¿por qué no había ninguna mujer? ¿Por qué sólo periodistas de TV? El formato permitía una mayor amplitud. Segundo, la estructura: la lógica de preguntas y respuestas entre los propios candidatos dejó a los conductores en un rol marginal. En los primeros pasajes, ese formato fue un acierto: permitía que Scioli y Macri se expresaran a sus anchas. En el segundo, habría sido interesante ver preguntas directas, con la posibilidad de repregunta y de verificar las respuestas, como hace Chequeado.

Perdió Scioli. La performance del gobernador bonaerense fue de menor a mayor, pero insuficiente. Fue al debate a acortar los entre ocho y tres puntos por debajo que le saca Macri en la mayoría de las encuestas. Desde las PASO, varios oficialistas esperan que el motonauta en algún momento se despegue de Cristina y empiece a pegarle al intendente porteño. Viene haciendo lo contrario: cada vez se recuesta más en el kirchnerismo y poco hace para atacar al lídero del PRO. Se notó la diferencia de preparación con Macri, que ya participó de siete debates desde que comenzó su carrera política. Scioli no podía ajustarse al formato y los moderadores tuvieron que pedirle una decena de veces que respetara el límite de tiempo. Se lo vio duro, estático e incómodo, una imagen reforzada por la iluminación (¿algo parcial?) del evento. Se limitó a echarle en cara a Macri todos los proyectos en los que no participó, pero terminó cayendo en el error de hablar más de su rival que de sí mismo. Logró meter dos o tres buenas piñas, cuando dijo que Mauricio "copió y pegó" sus propuestas, y cuando lo chicaneó con los "trapitos". No mucho más. Era su chans para acortar distancia y no la aprovechó. Sólo sabrá hasta qué punto el próximo domingo.

Perdió Macri. Fue el ganador, técnico, por puntos, del debate. Al menos según la mayoría de las encuestas que realizaron distintos medios televisivos y digitales, aunque, a esta altura, ¿alguien todavía cree en las encuestas? Como un equipo que ganó 2 a 0 un partido de ida de la Copa Libertadores, el líder del PRO fue a tocar y ver qué pasaba, a defender la ventaja parcial que le dan los sondeos. Mucho más relajado y con más cancha que Scioli, aunque con una dicción igual de tosca, el jefe de gobierno porteño se dio el lujo de chicanearlo con la acusación de "panelista de 678". Después se limitó a repetir sus propuestas y a acusar a su rival con la "campaña del miedo". En el primer bloque funcionó, pero en el segundo se le gastó el recurso. Al final, se notaba demasiado que respondía a los avances de Scioli con evasivas: "Pensé que veníamos a intercambiar propuestas", "seguimos con las mentiras", "me rindo", etcétera. Si el debate hubiese sido más largo, el desgaste lo habría hecho perder más terreno, pero preservó el empate. Perdió porque no sumó, no se salió del libreto y no ganó puntos respecto del buen resultado de la primera vuelta. El 22 de noviembre sabremos si tiene algo para reprocharse.

Perdió el público. Más allá del show televisivo, el objetivo declarado del debate era presentar las propuestas de los candidatos para quienes no votaron por ninguno de los dos en primera vuelta, y para los todavía indecisos. Quienes prendieron la TV para ayudarse a tomar una decisión informada no tuvieron mucha suerte: el formato del debate no incentivaba a los postulantes a que presenten sus proyectos. Aprovecharon esa cancha inclinada para chicanearse entre ellos. Los indecisos son los que pueden definir el resultado de la segunda vuelta, y ni Macri ni Scioli les ofrecieron mucho. Será la próxima.