Lo mismo es fuente de alegría para el ala izquierda del kirchnerismo y temor recurrente para quienes no simpatizan con el oficialismo: si Cristina fuera reelecta, se viene la “profundización del modelo”. Imaginan un segundo mandato signado por la estatización de empresas y una mayor intervención del Gobierno en la economía. Pero quizás ambos estén equivocados y el bando de los tristes y los alegres cambie a partir del 10 de diciembre.
Tras la designación de Boudou como candidato a vicepresidente, el emblemático banco internacional de inversión Goldman Sachs difundió un informe donde decía que “hay riesgo de que la actual política económica pueda ser radicalizada y volverse más enemiga del mercado”, porque “la nominación de Boudou asegura que se profundizará la actual política económica populista-heterodoxa”.
¿Será así? ¿Se compraron el personaje Boudou e incluso el personaje Cristina, cuya historia muestra el oportunismo de responder a cada momento con lo que mejor convenga? ¿Padecerán los analistas de Goldman Sachs la misma miopía que sus predecesores, quienes se equivocaron al vaticinar un pésimo escenario para las empresas al asumir Lula en Brasil, a comienzos de la década pasada o al asumir Menem en la Argentina, a comienzos de la década anterior?
Podrían sostener su análisis en que Lula y Menem no cambiaron en sus segundos mandatos y la sorpresa fue en los primeros. Pero también se podría argumentar que este próximo será el primer mandato de Cristina sin su marido compartiendo el tablero de control. O que Perón en su segunda presidencia en 1952 hizo un giro económico hacia la derecha.
Lo que la historia muestra es que es mucho más probable que cada jefe de Estado responda en función de las posibilidades que le brinda su momento de gobernar que en función de principios ideológicos inmodificables.
Deng Xiaoping comenzó a decir que “el socialismo y la economía de mercado no son incompatibles”, cuando en China el ciclo anterior de inversión del Estado como único motor de la economía se agotaba. Y remató: “Deberíamos preocuparnos por el desviacionismo de derecha, pero sobre todo por el de izquierda”.
Si la política es espectáculo y el espectáculo es sorpresa, de la misma forma que Cristina Kirchner prometía en 2007 un cambio que finalmente no se produjo, no habría por qué descartar que en 2011 se produzca el cambio cuando –al revés– ahora nadie espera. Por lo menos es una hipótesis que un análisis serio no podría desestimar.
La Presidenta justificó la nominación de Boudou diciendo: “Lo he valorado porque lo importante no es haber pensado siempre y haber tenido la misma orientación toda la vida. Lo importante es saber cambiar cuando el mundo cambia”.
La revista The Economist (cuyas notas son publicadas en la Argentina por la revista Fortuna) evalúa el ranking de recalentamiento de las economías, teniendo en cuenta seis indicadores: la inflación, la tasa de desempleo en relación con el promedio de los últimos diez años, el crecimiento del PBI en relación con su tendencia, el exceso de crédito, la tasa de interés real y la previsión que se haga acerca de la posibilidad de cambio en la cuenta corriente. La Argentina lidera ese ranking mundial de recalentamiento de su economía.
Recalentamiento significa crecer por arriba del potencial; por ejemplo: China crece a las mismas altas tasas que la Argentina pero como su inversión externa es altísima, en el mismo ranking de recalentamiento aparece recién en puesto catorce. Que una economía esté recalentada “puede no traducirse en drásticos ajustes –dice el informe– sino en forzar que se agoten más rápidamente algunas anclas que mantienen el equilibrio”.
Para seguir creciendo, la economía argentina precisará algunas modificaciones en dirección contraria a lo que se declama como políticamente correcto desde el oficialismo y no sería impensable que siendo reelecta, Cristina Kirchner aplique medidas más ortodoxas con el mismo pragmatismo con el que su marido pasó de privatista y federalista como gobernador a estatista y fiscalmente unitario como presidente.
Caballos de Troya. Quizás Goldman Sachs prestó atención a cuando Hebe de Bonafini dijo: “Amado es un tipo sensible. Hay gente que no lo conoce y cuando lo conozcan van a ver qué cerca que está de nosotros, mucho más cerca de lo que ustedes creen”.
Y agregó que lo consideraba “un hijo”. El caso Schoklender demuestra que Hebe no elige por ideología a sus hijos adoptivos, y que el “nosotros” significa algo distinto a lo que se le imagina.
Otra declaración que Goldman Sachs no valoró correctamente es la de Menem, quien esta semana dijo: “Un triunfo de Cristina en primera vuelta sería lo mejor”, ella “está haciendo un buen gobierno”, “va a ganar” porque “si no es ella, ¿quien?”, “no hay otro que pueda sustituirla estos próximos cuatro años”. Sobre la designación de Boudou, Menem dijo: “Es un hombre de primer nivel que está siendo muy leal”.
Hasta hace sólo cinco años, cuando ingresó a la Anses de Sergio Massa, el único cargo público que Boudou había ocupado era el de secretario de Hacienda del Partido de la Costa en Mar del Tuyú. Fue en 2003, cuando ganó la intendencia Juan de Jesús. En 2007, volvió a ganar la intendencia otro de Jesús, Juan Pablo, hijo de Juan.
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Cristina dijo de Boudou: “Necesito algo (sic) a mi lado” que no tema “a los preconceptos, a lo desconocido, porque el mundo va a seguir cambiando”.