POLITICA

Guerra de espías | El exagente Velázquez, en el fuego cruzado entre Pocino y Stiuso

El hombre que adjudicó la muerte de Nisman a una “traición” de los servicios de inteligencia tuvo que exiliarse tras desarrollar un software de investigación.

Fernando Pocino, el adversario de Stiuso que sobrevivió en la Secretaría de Inteligencia, veranos atrás, encontrado por el Diario PERFIL.
| Marcelo Aballay

“Miren que yo se todo, eh”. La frase la repetía el entonces presidente Néstor Carlos Kirchner, unos minutos después de recibir en su despacho al espía Francisco “Paco” Larcher, quien le reportaba desgrabaciones de escuchas diariamente. Los que recibían la advertencia eran secretarios de Estado, pero la frase también se aplicaba a opositores y empresarios, a los que el exmandatario le encantaba tener a tiro de “carpetazo”.

En ese entonces se refería a la riña política que mantenía con el diputado Juan José Álvarez a quién el kirchnerismo hizo caer en desgracia filtrando información de inteligencia: aunque en la categoría más baja, había formado parte de los servicios de inteligencia durante el gobierno militar, algo que ni sus propios hijos sabían. Con esa misma acusación, de “cómplice de la Dictadura”, el expresidente haría carrera en la Casa Rosada. Eso sí, sólo se aplicaría a enemigos: su hermana, Alicia Kirchner, también había sido funcionaria durante el Proceso Militar, pero el dato nunca se difundió por las usinas oficialistas.

La escena, ocurrida en 2006, fue relatada ese mismo año por la revista Noticias y dejaba en evidencia la necesidad del expresidente por el uso de los servicios de inteligencia para dominar la arena política: otro que trabajó en Inteligencia durante la Dictadura fue el exjefe de operaciones de la SIDE Horacio Stiuso, que se apodaba Jaime Stiles. Sin embargo, Kirchner nunca reflotó su pasado porque, de su mano, obtendría información clasificada que tanto necesitaba.

Contaban con tecnología de “primer mundo”. Nunca, en inteligencia, faltaron recursos porque todo era justificado como “cuestión de seguridad de Estado”. El software de hackeos de correos electrónicos había sido elaborado por dos agentes expertos en informática, que trabajaban para el área de Exteriores. Se trata de Pablo Carpintero e Iván Velázquez, que recibieron elogios de toda la secretaría cuando pusieron en funcionamiento el sistema que ponía a la SIDE al nivel de la Mossad o la CIA.

Si el sistema funcionaba tan bien para espiar el terrorismo internacional, no tardarían en usarlo para inteligencia interna. Lo razonó el número dos del organismo, pero con voz de mando, el ultrakirchnerista Fernándo Pocino, aliado estratégico de Larcher. El jefe de inteligencia, el “pinguino” Héctor Icazuriaga, cumplía un rol protocolar, como hasta diciembre pasado, cuando renunció.

“A fines de 2007 y a principios de 2008, el señor Pocino nos pedía la intervención del correo electrónico del fiscal Carlos Stornelli, de Abal Medina, de Alberto Fernández y, textualmente, “’de Cristina Kirchner para abajo, todos’”, relató Velázquez en la edición dominical del Diario Perfil del 11 de mayo de 2008.

¿Por qué espiar a los propios? Kirchner quería tener control de todo. Ese mismo año, el Presidente mandó a llamar a un diputado oficialista y le preguntó por qué se iba a reunir con un empresario enemigo. “Él nunca había comentado el encuentro con nadie, por eso cuando lo escuchó se empalideció”, reconstruyó Noticias.

Desde que se negó a participar de la SIDE paralela, o de la “Gestapo K” como él lo denomina, Velázquez fue perseguido. Primero se mudó al área de inteligencia criminal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Los juzgados le pedían información a ellos, porque se habían llevado su sistema para esa fuerza. Fue entonces cuando le declararon la guerra.

“Nos acusaron de haber hackeado la cuenta del presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti, jamás tocamos esa cuenta”, contó Velázquez. Por eso debió abandonar el país, junto con Carpintero. Ambos se exiliaron en Uruguay, con el resguardo del Estado del país vecino.

Los espías describieron a la SIDE como una “máquina de la extorsión”. Según analizaron en diálogo con el Diario PERFIL, se debe a que “todos cuestionaron el organismo cuando fueron oposición y todos lo usaron para su planes políticos cuando llegaron al poder. Eso es lo que le da una estructura histórica a la SIDE, una autonomía con poder propio basada en la extorsión”. Nadie se animó a tocarla. Hasta ahora.

El “007” de los Kirchner, sobre todo en los gobiernos de Cristina, no era Pocino. “El jefe” perdió prestigio profesional cuando salió retratado en Noticias en malla, disfrutando de las playas bonaerenses. Tampoco era Icazuriaga, hombre que no tenía poder de conducción, y hoy agradece haber renunciado el cargo antes de que “estallara la bomba”.

Se trataba, en cambio, de Horacio Stiuso que estaba a cargo de pinchar teléfonos. Sobre él recaían todas las infiltraciones sensibles. Adentro del organismo desde la Dictadura, “Stiles” tenía peso propio y agentes orgánicos e inorgánicos que le reportaban, aún lo hacen, directamente a él. Así comenzaron a equilibrarse las dos facciones: Pocino representaba la nueva conducción, que respondía a Kirchner, mientras que Stiuso acumulaba poder propio, consignó PERFIL.

El propio Kirchner fue quien presentó a Stiuso con Nisman. Ambos comenzaron con una relación fría y cordial. Pero en los últimos años se salían a andar en lancha por el Delta de Tigre. Tenían una relación íntima, mucho más que la del espía con Cristina Kirchner: la Presidenta le había ordenado a César Milani que “caminara” a Stiuso porque desconfiaba de él. Entendieron que el “007” se había dado cuenta del fin de ciclo y ya empezaba a mirar otros horizontes. Algo imperdonable para el accionar K.

El oficialismo sigue convencido de que la denuncia por encubrimiento del fiscal Nisman, con el que se distanción tras el memorandum de entendimiento con Irán, fue en verdad una “vendetta” de Stiuso, que fue obligado a renunciar en diciembre.

Para el hacker Velázquez, la venganza va más allá de la denuncia: “La persona que lo traicionó fue el mismo Jaime Stiuso porque Nisman le pidió unas escuchas para completar el informe final y se las negó. Jaime le dijo que no. La denuncia es lo que dijo Pepe Eliaschev y había muchas cosas más que no aparecieron. Se vio víctima, padeció una puñalada trapera que la sufren todos los del entorno de Jaime”. “Se vio solo y se mató”, concluyó.