La historia muestra muchos casos, en los cuales los liderazgos políticos se han construido como la alternativa al caos o como el poder se ha retenido en momentos críticos con el mismo argumento.
Por esta razón, no resulta tan extraño que el ex Presidente Kirchner haya fijado como eje de la campaña electoral del oficialismo, que si el gobierno pierde la elección, puede precipitarse el caos, un estallido o entrar en riesgo la estabilidad democrática como ha dicho la Presidente.
En el caso argentino, se intenta apelar a la memoria histórica contemporánea, ya que la derrota de Alfonsín en 1987, precipitó la crisis económica que con eclosionó en la hiperinflación y la entrega anticipada del poder en 1989 y la de De la Rua en 2001, precipito su caída y el estallido de la convertibilidad.
Esta es la analogía con la cual se intenta llevar a los votantes independientes a que por temor a estar peor, hagan un voto por el statu quo optando por el oficialismo.
Este argumento, olvida deliberadamente que en 1997, Menem perdió la elección legislativa de medio mandato, obteniendo 10 puntos menos que la Alianza en el ámbito nacional y quedando 5 por debajo en la provincia de Buenos Aires, donde Graciela Fernández Meijide se impuso a Chiche Duhalde.
Pese a esta derrota electoral, no hubo crisis de gobernabilidad en los dos años siguientes, aunque la economía sufrió el embate de la caída de los mercados asiáticos que arrastró a Rusia en los últimos meses de 1998 y la devaluación brasileña del 30% a comienzos del año siguiente.
Es así claro que una derrota en la elección de medio mandato no hace inexorable el estallido económico y la entrega anticipada del poder. Pero además de no ser cierto el argumento, éste resulta inconveniente por tres razones.
La primera, está en el plano de los valores de la política. Jugar a yo o el caos hace de ella un juego de todo o nada, de enemigos y no de adversarios. Hace mucho más difícil la convivencia con la oposición y dificulta la necesaria tolerancia, sobre todo cuando la sociedad comienza a expresarse políticamente en forma más plural.
La segunda, es que aumenta sensiblemente la incertidumbre la economía. Hoy el gobierno puede ganar o perder la elección en la provincia de Buenos Aires y ello es un tema abierto. Si la derrota en este distrito lleva a un estallido o un caos, quienes tienen que tomar decisiones económicas se retraen aun más y quienes consumen lo hacen menos. Este discurso electoral por parte del gobierno, profundiza así los efectos negativos de la crisis económica global y la incertidumbre que le agrega la gripe porcina, sobre las decisiones locales.
Por último, a menos de dos meses de las elecciones, es claro que el oficialismo retrocederá en el interior del país, perderá senadores, también quedará con menos diputados nacionales sin que pueda descartarse que pierda la mayoría en la Cámara Baja y en la provincia de Buenos Aires, obtendrá aproximadamente 10 puntos menos que en las dos elecciones anteriores. Aún ganando en este distrito, saldrá de la elección más débil, para enfrentar una situación más difícil.
Este argumento central de la campaña electoral oficialista, aunque tácticamente resultara eficaz para volcar algunos indecisos a favor del gobierno, lo hace pagando un alto costo estratégico, porque hará más difícil la gobernabilidad los dos años y medio siguientes a la elección, cualquiera sea su resultado.
Pero no sería la primera vez que alguien decide que lo importante es obtener más votos y que lo demás se verá después.
(*) Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría