Mauricio Macri coincide en un punto con Cristina Kirchner: a ambos les sirve que la jefa del kirchnerismo extienda su protagonismo en la política.
Fernández de Kirchner mantiene el apoyo de una porción importante del electorado, pero los escándalos de corrupción le impiden crecer y su tajada de votos obtura la aparición de una alternativa. Es la polarización más conveniente para el macrismo.
El resto de los actores de la política argentina se desvive en la búsqueda de una salida para el laberinto electoral que trazan Macri y C F K . S a b e n que, de lo contrario, se les esfumará el futuro. Es la obsesión, por ejemplo, con los intendentes Barón B. Nada que ver con el champagne: el apodo de fina raigrambre bonaerense alude a los “barones boludos”, como llam a n a los jefes comunales recién llegados. El seudónimo incluye, por ejemplo, a gran parte de los intendentes que la semana pasada jugaron al fútbol con Sergio Massa en Merlo, como el local Gustavo Menéndez, Ariel Sujarchuz (Escobar) o Javier Osuna (Las Heras). Como quedó claro en las conversaciones que precedieron al picado, la pregunta que los desvela es ¿cómo enfrentar al mismo tiempo al Gobierno y a Cristina Kirchner?
Riesgos. Hay muchos aspirantes y ningún consagrado para ocupar el lugar de la alternativa. Y en estos tiempos en que la Justicia se mueve como un francotirador, el riesgo de levantar la cabeza apresuradamente es enorme. Ocurre por ejemplo con Florencio Randazzo, que cada vez que amaga con reaparecer llega oportunamente a la Justicia una denuncia que roza su gestión. Algunos ven la mano del Gobierno. De ahí que en el peronismo le cuelguen el mote de “coche bomba”, porque es fácil subirse pero nunca se sabe cuándo puede explotar. Pura malicia.
Margarita Stolbizer, Massa, la mayor parte del peronismo, los sectores del progresismo que repudian la corrupción; a todos los atraviesa la misma inquietud electoral: cómo trazar una identidad que abra una tercera vía. Nadie encontró la fórmula todavía, aunque hay quienes ya se divierten con un nombre: Frente de la Esperanza. Incluso hay publicistas que ya acercaron fórmulas para plantear una identidad electoral: ni el gobierno de los ricos, ni de los corruptos. Las simplificaciones siempre fueron la debilidad de las campañas. En estos tiempos, nadie va a esperar una bandera de largada.