A finales de 2010, en plena expansión de imperio de transporte, los Cirigliano emprendieron una jugada audaz: ingresaron en el mercado de los juegos de azar con una inversión de unos 170 millones de dólares para quedarse con un importante paquete accionario de las licencias de explotación de los casinos Neo Formosa (500 máquinas tragamonedas y 30 mesas de juego) y Neo Mayorazgo Paraná (250 slots machine), así como el Bingo Panamericano de Zárate.
Para esta megaoperación, Mario y Claudio Cirigliano se asociaron con el banquero del Macro Jorge Brito. Según pudo comprobar Perfil.com de informes comerciales, el Banco Macro le otorgó en octubre de 2012 un préstamo de $46,796,700 a Neogame S.A. -la empresa que controla los casinos de Formosa y Paraná- y otro de $8,884,300 a la firma Newtronic S.A, que fabrica software y máquinas tragamonedas en todo el país. Estas dos compañías y Star Game S.A. (Bingo Zárate) conforman el Tango Game Group.
Los Cirigliano le compraron la participación en esas sociedades a su viejo amigo Carlos "Cacho" Ferrari. Este viejo empresario del juego fue condenado a cuatro años de prisión por el Tribunal Superior de Justicia de Río Negro -la causa duerme desde hace dos años en la Corte Suprema- por pagar más de un millón de pesos en sobornos a un ex presidente de la Lotería provincial para continuar con la concesiones.
Ferrari no sólo era el zar de los casinos rionegrinos, sino que por manejar los bingos de Zárate y Tres Arroyos se lo sindicaba como el operador del poderoso Cristóbal López en territorio bonaerense. El empresario ultrakirchnerista vio con recelo el ingreso de los Cirigliano al mercado del juego hace poco más de dos años.
Con la condena por corrupción, Ferrari comenzó a desprenderse de sus negocios y parte de ellos los dejó a cargo de su sobrino, Antonio Rao Ferrari (en la foto con la avioneta), quien hasta mayo de 2012 era el mandamás de Newtronic (en su lugar quedó otro Ferrari, Alfredo Omar).
(*) De la redacción de Perfil.com.