En la organización previa a la caravana de La Matanza, donde fueron agredidos los candidatos del Frente Renovador de Sergio Massa, había luces de alerta sobre los posibles incidentes. No existían amenazas, pero quienes conocen el territorio predijeron agresiones, sobre todo en aquellos lugares donde los punteros políticos se alzan como los patrones de las calles. La decisión del massismo fue ignorar las advertencias.
“Los huevos los esperábamos”, coincidieron ante PERFIL varios dirigentes que caminan la zona por la que se comenzaba a trazar hace unas semanas el recorrido que haría el primer candidato a diputado nacional, Sergio Massa. En caso de que la lluvia de huevos se concretara, el saldo aún sería “positivo” y volvería a dejar al massismo como víctima de la intolerancia kirchnerista. Pero los huevazos se convirtieron en piedrazos, agresiones con gomeras y nunchaku y amenazas con armas de fuego.
El debate interno. La discusión entre los diferentes sectores massistas de La Matanza y el senador bonaerense y coordinador de la campaña en el municipio, Baldomero “Cacho” Alvarez de Olivera, se inició en el momento en que se seleccionaban las calles que recorrerían los móviles que trasladarían a los candidatos. La advertencia sobre los riesgos de salir de las avenidas principales chocaron con las intenciones de Alvarez de Olivera de recorrer con los dirigentes las calles periféricas.
Villa Palito, Barrio San Petesburgo, Villa Puerta de Hierro y el Barrio 20 de Junio son los asentamientos que rodean el recorrido planificado para la caravana. Resulta difícil entrar sin un puntero político que gobierne la zona.
PERFIL recorrió el trayecto de la caravana cuatro días después de los incidentes. Al igual que el mismo día de las agresiones, ningún patrullero de la Policía Bonaerense vigila sus calles. Tampoco se ven oficiales de Gendarmería, a pesar de que se anunció que La Matanza contaría con 800 gendarmes.
Los afiches que muestran las figuras del intendente, Fernando Espinoza, las pintadas de Carmen Montoya –candidata a consejera escolar que reconoció que sus hijas y sus nietas participaron de las agresiones– y el nombre del dirigente Luis D’Elía en algunas columnas anuncian que esas son tierras kirchneristas difíciles de penetrar para extraños. Algunos militantes del Frente Renovador se animaron en los días previos a pegar afiches de Massa en la zona más comercial del barrio San Alberto, donde se produjeron los incidentes, pero a las pocas horas eran tapados con papeles del Frente para la Victoria. Otra advertencia de que allí gobernaba el oficialismo.
Los avisos de los dirigentes locales del Frente Renovador no sirvieron para frenar la caravana que el propio Massa autorizó después de escuchar las advertencias. Sucede que La Matanza aporta cerca de un millón de votos y achicar la diferencia de más de diez puntos que el Frente para la Victoria obtuvo en el distrito provocaría a nivel provincial una victoria mucho más amplia del opositor. Ese mismo día, los miedos comenzaron a crecer. Se cambió el recorrido a último momento. La calle Maciel, del barrio 22 de Enero de Ciudad Evita en donde viven muchos cooperativistas de Luis D’Elía, fue una de las vías que se esquivó. Las calles del barrio de monoblocks B.I.D también fueron eludidas. La 700 es otra de las vías que se salteó. Allí hubiese sufrido un escrache (ver página 3). En cambio, no evitaron las dos primeras emboscadas sobre la calle Espinosa y la tercera sobre Roque Pérez. Recién a tres kilómetros de haberse iniciado el recorrido Massa entendió que los agresores estaban dispuestos a mucho más que a tirar huevos y dio por finalizada la caravana.