A menudo en nuestro país se suele asociar en forma inmediata a los Derechos Humanos, con las violaciones acometidas por el terrorismo de Estado. De hecho, los llamados Organismos de Derechos Humanos están casi exclusivamente avocados a esta problemática. Claro está que los hechos acaecidos en aquella dictadura son un ejemplo de un estado cuyo aparato represivo traspasa toda barrera ética, y por lo tanto son estas violaciones quizás uno de los ejemplos a evitar más importantes en nuestro país. No obstante, no es conveniente dejarnos llevar por esta visión cerrada y limitada de lo que son los Derechos Humanos, y es una necesidad imperiosa la visión integral basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 para poder evaluar en qué estado se encuentra nuestro país en esa materia.
Los derechos de acceso a la educación y la salud son Derechos Humanos básicos consagrados en la mencionada declaración y son derechos a menudo ignorados al hablar de los Derechos Humanos. Es por lo tanto fundamental para poder llevar luz a la verdadera situación global de Derechos Humanos en nuestro país, tener en cuenta las fuertes falencias y carencias que existen en los sistemas de salud de los lugares más postergados y analizar las causas que ocasionan la falta de políticas públicas efectivas. Es un síntoma importante la existencia de enfermedades evitables que son características de la pobreza extrema. Es por otro lado también pertinente hablar de la situación global alimentaria y educacional de nuestra minoridad y es aquí en donde quizás el panorama se presente como casi desolador.
En mi caso personal abordo la historia que me toca arrastrar con cierta filosofía desde la cual intento no sentir mi dolor personal como algo excepcional sino abrir mi sensibilidad al dolor de los demás. Es por todo esto que veo día a día en la experiencia personal a las víctimas del sistema como nuevas víctimas de violaciones flagrantes a los Derechos Humanos en cada esquina de la ciudad con los chiquitos hambrientos pidiendo comida y sin ninguna posibilidad de estudiar. Veo a esas víctimas en los enfermos de enfermedades evitables, muchas veces permitida por la desidia de algunos funcionarios. Veo nuevas víctimas en especial en aquellos que caen sin ninguna defensa a las fauces de una mafia criminal desalmada y todopoderosa que ha expandido el flagelo de la droga, una nueva generación de droga especialmente destructiva y mortífera que cocina a sus víctimas en tiempo record y cuyo poder corruptor alcanza a todos los estamentos de la sociedad.
No Creo en una militancia por los Derechos Humanos que no demande una medición precisa de la situación de los pobres y excluidos y que no exija políticas integrales, no creo en una militancia que no ayude activamente a las primeras víctimas que son las que tenemos a la vuelta de la esquina. Es de vital importancia despertar las conciencias dormidas en una sociedad descreída y cínica que disuade a muchos a involucrarse en temas sociales.
Especial para Perfil.com.