POLITICA
Diario Perfil

Los presos de Perón

De Perón a Montoneros, segundo volumen de Marcados a fuego, es el fruto de un detallado trabajo de investigación que documenta los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, su derrocamiento y el nacimiento de Montoneros.

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Angustiada por la desaparición de mi hijo Ernesto Mario Bravo, desde su detención el 17 de mayo por Policía Sección Especial y agobiada por los más sombríos presentimientos, ruego nuevamente, Excmo. señor Presidente, dignarse impartir instrucciones para urgente esclarecimiento del hecho y concederme audiencia.”

El caso de torturas de la Sección Especial de mayor resonancia fue el del estudiante Ernesto Mario Bravo.

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Perón estaba enfrentado con la comunidad universitaria. El gobierno militar, que él integraba, había disuelto las organizaciones estudiantiles, clausurado universidades y detenido a rectores y decanos.

En 1945, la agremiación estudiantil se alineó con la Unión Democrática para las elecciones de febrero de 1946 y enfrentó en la calle a grupos peronistas y de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), un grupo de choque liderado por Juan Queraltó. En esa batalla hubo varios muertos. Dos estudiantes de Ingeniería de La Plata, Jorge Bakmas y Julio Rivello, fueron asesinados por negarse a vivar a Perón. El 4 de octubre de 1945, Aarón Salmún Feijoo fue muerto cuando un grupo de diez personas de la Secretaría de Trabajo y Previsión lo interceptó en Perú y Avenida de Mayo, cuando iba a apoyar la huelga estudiantil en la Facultad de Ciencias Exactas. Le dispararon un tiro en la boca. Fue considerado el “primer mártir universitario”.

Tras la victoria de Perón, la universidad se convirtió en un espacio de culto al peronismo, con el restablecimiento de la enseñanza confesional y el uso de bibliografía oficialista. Los estudiantes, frente a la intervención de universidades, la expulsión de más de mil profesores –casi un tercio del cuerpo docente– y la designación de decanos y rectores con precarios antecedentes académicos, se mantuvieron en la resistencia. Una fórmula para controlarlos fue el certificado de “buena conducta”, requisito imprescindible para la inscripción universitaria, que entregaba la Policía Federal.

Los centros de estudiantes fueron vigilados y una red de informantes y delatores policiales se expandió por los pasillos y las aulas. Los centros de estudiantes, además de panfletos, servían de apoyo logístico.

En este contexto de tensión entre el oficialismo y los universitarios, se produjo la desaparición de Ernesto Mario Bravo, militante comunista, que estudiaba Química en la Facultad de Ciencias Exactas.

 

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