Jugó un tiempo y medio, y aunque no hizo goles, su equipo ganó 4 a 0. Volvieron a darle la camiseta del 10 en el equipo de Casa Rosada. Fue el miércoles, cuando en el picadito de Olivos, el Presidente, Mauricio Macri, decidió ponerle el cuerpo al partido que incluyó a su hijo, Francisco. Funcionó como una metáfora de las elecciones: el jefe de Estado estará al frente de la campaña y para ello prevé más de 35 visitas al Conurbano y más de 20 recorridas por el interior desde la semana que viene hasta las elecciones de octubre. Una preocupación sobrevuela su protagonismo: les reconoció a sus íntimos que será difícil la elección bonaerense, aunque cree que Cambiemos ganará por un estrecho margen con la imagen de María Eugenia Vidal como figura.
Como ocurrió con las pasadas elecciones en Corrientes, Chaco y La Rioja, Macri se involucrará personalmente en los comicios legislativos tanto en distritos con candidatos del PRO como de la UCR.
Por ello, seguirán los timbreos (esta vez con un Macri en ciudades del interior también), los mano a mano (en general a través de Facebook) y un formato de campaña en el que el Presidente se siente cómodo: los escenarios 360 grados, un modelo exportado de Barack Obama que le rindió buenos frutos. Esto formará parte de la “industrialización” de la campaña, en la que comenzó a trabajar un equipo que combina redes sociales y trabajo territorial.
Hoy el Gobierno no tiene un armador como lo fue Emilio Monzó hace un año y medio, con lo cual muchos de los diálogos con gobernadores, intendentes y dirigentes parten del propio Macri. Delega algunos de ellos en Rogelio Frigerio (Interior) y su equipo, y otros en el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Como sea, en estos días quienes estuvieron con el Presidente lo vieron tranquilo y confiado. Pero sin el optimismo que, a veces excesivo, suelen imprimir en el primer piso de Balcarce 50. A sus asesores más confiables les dijo que en la Provincia espera una “victoria ajustada” y que, aunque la marca Cambiemos sigue siendo el sello más competitivo a nivel nacional, una candidatura de Cristina Kirchner podría ayudar a polarizar la elección pero, a la vez, a que hubiera un mayor nivel de confrontación política y social.
De esto habló el miércoles en la tarde noche, cuando se dio el gusto de, como suele pasar, ganar 4 a 0 con el equipo de Gobierno. Los goles de Peña, del intendente de San Miguel, Jaime Méndez, y de Horacio Reyser (viceministro de Relaciones Exteriores) no opacaron la buena labor como mediocampista “todoterreno” de “Caico”, el hijo del Presidente, quien por momentos jugó de doble cinco con Diego Santilli y otros con el secretario general, Fernando de Andreis. Las bromas hacia el secretario de Legal y Técnica, y amigo del Presidente desde la secundaria en Cardenal Newman, Pablo “Fémur” Clusellas, dominaron el partido. “Parecés Cafú”, bromeaban por sus apariciones como lateral derecho. Luego sopló las velitas en el quincho de Olivos.
Tiempos. A comienzos de semana, en el despacho de Peña en el primer piso de la Casa Rosada, donde ahora a los caramelos Sugus se sumaron los frutos secos, se reunieron el jefe de Gabinete con Vidal y Salvai. En ese encuentro se habló de que aún “no está el escenario completo” para lanzar todas las candidaturas, en especial en la Provincia. Con la premisa de una campaña corta, Peña sugirió esperar a último momento para definir. Al menos diez días más. Coincidieron. De allí emanó la orden a los precandidatos de no hacer olas ni dar entrevistas.
El mensaje que había dejado Macri es que no quiere desprenderse de muchos ministros fuertes. Pero también adelantó que dará su veredicto cuando “resuelva el equipo”.
A diferencia de 2015, no habrá un jefe de campaña nacional sino coordinadores locales en cada provincia. A nivel nacional, Cambiemos ya definió sus cabezas de listas en el 75% de las provincias (ver infografía). A todo esto, en la cena de gala el jueves en el CCK con la canciller alemana, Angela Merkel, ninguna cámara tomó el regreso de Nicolás Caputo, el empresario que volverá a ser clave para el cierre de listas.