Mauricio Macri y José Manuel de la Sota triunfaron en los distritos que gobernaron. Ambos pudieron transferir a sus sucesores parte del caudal político acumulado desde el poder local. Pero Macri necesita ahora romper el espejo de su colega cordobés y alejar la maldición de quienes nunca lograron cruzar las fronteras de su comarcas.
Desde hace décadas, De la Sota empuja con empecinamiento sus aspiraciones presidenciales. Nunca estuvo su anhelo tan cerca de convertirse en realidad como en 2003, cuando Eduardo Duhalde lo señaló desde la presidencia de la Nación como su heredero para enfrentar un nuevo intento de reelección de Carlos Menem. Rozó el sueño con los dedos y de pronto se esfumó. Las encuestas le fueron adversas. Duhalde terminó por elegir a Néstor Kirchner y De la Sota se enteró por la televisión que había sido desplazado.
Desde entonces, De la Sota se empeña en recuperar la bendición del peronismo y sortear los límites de Córdoba. Pero las encuestas le vuelven a ser adversas.
Macri ratificó una vez más su dominio porteño pero los tropiezos en Santa Fe y las dificultades en Buenos Aires lo enfrentan ahora al fantasma del espejo cordobés. Tiene cuatro meses para romperlo.