Primeros días de marzo en Parque Norte. En tono triunfalista y de campaña, el oficialismo lanzaba el operativo Macri 2019, que incluía también las reelecciones de Larreta y Vidal, y hasta se planteaba que después de 2023 el próximo presidente podría salir de sus aliados radicales o de la Coalición Cívica. La década ganada de Cambiemos estaba en marcha. Como Sampaoli, en esos primeros días de marzo el Presidente y varios de sus funcionarios hacían planes para el Mundial. La idea sonaba más que atractiva: anuncios antipáticos para la primera parte del año, viaje a Rusia para alentar a Messi y relanzamiento con vistas hacia un 2019 que encontraba enfrente a un peronismo hecho trizas.
Corrida cambiaria, devaluación, acuerdo de urgencia con el Fondo. En el último mes, el Gobierno acusó todos los golpes que no le entraron en los más de dos años de gestión anteriores. Las malas noticias que desde fines de abril llegan desde el golpeado equipo económico, se tradujeron rápidamente en dos temores que desde la Casa Rosada miran cada vez con más atención: un peronismo revitalizado y un creciente malestar en las calles.
Pasaron poco menos de seis horas desde que el Senado sancionó la ley que retrotrae el aumento tarifario hasta que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunció tajante: “Ya está vetada”. Con nuevos llamados al diálogo y acusaciones de irresponsabilidad, el hombre más poderoso del Gobierno salió a mostrar fortaleza en el momento más difícil de Macri en el sillón presidencial. La caída en picada de la imagen del primer mandatario llegó incluso a plantear el escenario de poner sobre la mesa el ancho de espadas, pero la gobernadora María Eugenia Vidal ayer se encargó una vez más de desmentir que esté pensando en ir por la presidencia.
El propio peronismo empezará ahora con su encarnizada lucha interna para ver cómo mueve sus fichas para el año próximo. Macri, que ha sabido aprovechar como pocos las grietas que dejan las peleas en la oposición, tal vez encuentre alguna luz de esa contienda. Por ahora, miró con mucha atención cómo legisladores que responden a algunos gobernadores, al kirchnerismo y al massismo (enfurecidos cuando el Presidente los acusó de sumarse a “las locuras de Cristina”) se unieron para mandarle un duro mensaje al Gobierno.
Sin embargo, el mayor temor de Macri se manifiesta en la calle. La Ciudad es escenario de protestas cada vez más complejas. El 25 de mayo hubo una masiva movilización, más allá de que funcionarios y varios de sus medios amigos trataron de circunscribirla a un llamamiento de “actores kirchneristas”. Mañana está previsto el cierre de la denominada Marcha Federal, encabezada por grupos piqueteros que se vienen movilizando desde el lunes por el interior profundo. Los movimientos sociales moverán la gente que no arrastran los líderes sindicales, que varios de ellos disfrutan por estas horas de las delicias de la ciudad suiza de Ginebra.
El eje central de la marcha cambió. Ahora serán las tarifas y el veto presidencial y el cierre será en Plaza de Mayo y no frente al Congreso. Se sumarán grupos de los más diversos que le dirán a Macri que el 2019 todavía está demasiado lejos. Será un golpe más. Pero promete no ser el último.