Máximo Kirchner regresó el martes de Río Gallegos y en apenas unas horas vio al Presidente, gobernadores, intendentes y empresarios. El diputado nacional se siente cómodo con la vuelta del peronismo al poder, salir de la sombra de la rosca política y posicionarse con el perfil de “constructor”, que inició desde la oposición y que llevó al Frente de Todos a ganar las elecciones.
En el sur, adonde viajó para pasar las fiestas, combinó el descanso con reuniones políticas. No solo vio a la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, con quien repasó los números de la gestión, sino que también estuvo con intendentes de la región. Pero en los últimos años, Máximo saltó el alambrado del territorio en el que nació y se concentró en la provincia de Buenos Aires, desde donde se hizo fuerte para disputar un armado electoral que terminó con la unidad. Ahora, como jefe del bloque de Diputados, Máximo expande el armado a todo el territorio nacional y se volvió una de las personas de consulta de Alberto Fernández.
Aunque se mudó al despacho del presidente de la Cámara en diciembre, aún no terminó de llevar las fotos y los libros que tenía en su vieja oficina. Mientras lo hace, allí recibe a la mayoría de dirigentes con los que habla, salvo cuando va a la gobernación bonaerense o a la Casa Rosada.
El martes, en Balcarce 50 habló por primera vez con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Fue antes de ver a Fernández, y la excusa fue ir a saludar al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Habló de economía. Al diputado lo obsesionan la deuda externa y los próximos vencimientos. También hablaron de la parálisis que sufrió esta provincia en las obras nacionales.
Con Axel Kicillof acordaron almorzar el pasado miércoles. El encuentro con el gobernador bonaerense se extendió de las 12 del mediodía a las 5 de la tarde. Coincidió con la estrategia de patear al 1º de mayo el pago de US$ 250 millones de capital del bono BP 21, que vence el próximo 26 de enero. Máximo había seguido la negociación de la ley impositiva por teléfono, incluso interviniendo con algunos mensajes de WhatsApp a los dirigentes opositores. Durante los últimos años mantuvo canales abiertos con el ex jefe de Gabinete de María Eugenia Vidal, Federico Salvai, y con su entonces ministro de Seguridad y ahora diputado, Cristian Ritondo. En este encuentro con el gobernador también repasaron algunos nombres que Máximo le pidió que integren su gabinete y la pelea por más de veinte cargos que deben tener con la oposición en distintos organismos.
Esta semana también se encontró con Sergio Massa y los intendentes Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) y Ariel Sujarchuk (Escobar). Logró un buen vínculo con el diputado radical Mario Negri y con Graciela Camaño (Consenso Federal). En estos días en el poder no solo habló con gobernadores peronistas, sino que también se presentó y abrió el diálogo con jefes provinciales del radicalismo.
Máximo Kirchner también se reunió con empresarios. Mantiene silencio cuando le preguntan de quiénes se trata. “Son muy sensibles de que sus nombres se hagan públicos”, dice. Uno de ellos reconoció que se sorprendió hablando con Máximo sobre el precio del oro. “No es el pibe de la PlayStation que describieron los medios”, dijo al dejar el encuentro.
A Máximo no le gusta que lo comparen ni con Néstor ni con Cristina, y asegura que tiene un perfil propio. Se describe como un buscador de consensos. Cuando la ex presidenta estaba peleada con el ahora presidente, era él quien mantenía abierto el diálogo. En su entorno aseguran que nunca dejó de hablar con Fernández (lo hacía una vez por mes). Tampoco con Massa, ni siquiera cuando La Cámpora lo acusaba de traidor y el tigrense aseguraba que terminaría con los ñoquis de esta agrupación. Ahora habla a diario con ambos y no hay fricciones. “Tampoco las va a volver a haber”, dice el diputado sobre la construcción que asegura que es para fortalecer el gobierno del que es parte y que comanda Fernández.
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Cristina Kirchner regresó de Cuba una semana atrás. Vio a Alberto Fernández y apenas habló con algunos senadores por las sesiones extraordinarias. La vicepresidenta mantendrá este perfil bajo aun en los próximos días, en los que deberá asumir la presidencia por el viaje a Israel de Alberto Fernández.
La ex presidenta evalúa ahora si retomará las presentaciones que hizo con el libro Sinceramente para salir a escena, ya que las invitaciones de distintos dirigentes continúan activas y son cada vez más frecuentes. En su entorno aseguran que el formato está lejos de agotarse y es un escenario en el que se siente cómoda. Al principio hablaba del libro, pero en plena campaña le sirvió para criticar las principales políticas de Mauricio Macri. Sin definir el regreso de los tours, la ex presidenta podría acompañar inauguraciones y eventos políticos en algunos territorios.
En el Senado se siente cómoda, sobre todo a la hora de marcarles la cancha a legisladores opositores. Es un ámbito que conoce y que en algunos meses la tendrá como protagonista por sus discursos, más allá de su rol institucional.
Pero Cristina Kirchner pretende continuar en lo inmediato con el bajo perfil y escapar a la discusión mediática sobre quién tiene el control presidencial, por lo que, aunque deba estar al frente del Ejecutivo cuando Fernández viaje, no irá ni se mostrará en la Casa Rosada.