Quién lo hubiera dicho: Jorge Telerman, figura estelar de la gran marquesina política nacional.
Con sólo adelantar la fecha de las elecciones a jefe de Gobierno para el 3 de junio, el inefable heredero del cetro porteño por defunción política de su ex amigo Aníbal Ibarra logró más visibilidad (y los consecuentes odios y respetos) que con la suma de sus actos de gobierno. Y le puso como nadie en el último semestre un poco de pimienta a un monótono escenario preelectoral donde Kirchner & Flia. parecían ser casi los únicos signados a decir o hacer algo capaz de llamar la atención.
Telerman puso en problemas a todos apurándolos a definirse y se fue de viaje a Israel y a Italia, como un duque. Se equivocaría muchísimo, sin embargo, si creyera que una buena jugada ante rivales demasiado confiados o adormecidos o faltos de talento representa, en sí misma, la consagración. El mismo llegó hasta donde está como producto de la destrucción del sistema tradicional de partidos, lo cual deposita excesivas cargas de responsabilidad en individuos de carne y hueso que, sin alianzas dinámicas, pueden terminar estrellándose al doblar la esquina.
La señal de largada indica apenas una cosa: que la carrera empezó.
Se trata de una competencia que altera varias respiraciones en la Casa Rosada, empezando por la del propio Presidente de la Nación, que empuja en público la quijotesca figura del ministro Daniel Filmus. En privado, las opciones pingüinas no son tan específicas.
De hecho, como diciendo que el que avisa no es traidor, Telerman le comunicó entre dientes a Néstor Kirchner lo que iba a hacer doce horas antes del anuncio oficial. Más explícito fue, por teléfono, ante sus dos principales contactos en el poder: el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, quienes mantienen una ya nada sutil disputa con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, por el desarrollo territorial del kirchnerismo tanto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como más allá de la General Paz. De la mano de la senadora Vilma Ibarra y del ibarrismo residual, Alberto F. es el principal promotor de Filmus y también de la opción Cristina 2007. Pero sobre todo es pública su desesperación por desarrollar un proyecto político capitalino más engrandecedor que la caricaturesca cooptación de Borocotó Jr. o los sucesos violentos del Hospital Francés, que lo ubicaron como piedra angular del toma y daca, y de las relaciones íntimas con las barras bravas de Nueva Chicago y Chacarita.
No es que sus rivales intra-Balcarce 50 (De Vido y Zannini) sean telermanistas de la primera hora ni nada por el estilo.
La cuestión es que, a tono con las primeras encuestas, ambos creen que Telerman podría ganar en segunda vuelta. Y que, a falta de una tropa propia organizada, el calvo mecenas de La Trastienda deberá ser tenido en cuenta como un aliado para el desarrollo del muy rentable plan de obras públicas nacional.
Néstor Kirchner, a lo Perón o a lo Menem o a lo Lamolina, les dice a unos y a otros “siga, siga”, aunque sin dejar de explayar su propio juego. Mientras parece que la Casa de Gobierno juega a dos puntas entre Jorge Telerman y Daniel Filmus, el Presidente lo hace a tres bandas y se ocupa de ubicar a Mauricio Macri en el lugar de su enemigo preferido.
Es una jugada riesgosa. Aunque, como se verá, lo que más se arriesga en ella son los pellejos electorales del jefe de Gobierno transitorio y/o del ministro de Educación.
Al torear a Macri, el santacruceño vuelve a reciclar la lógica de “izquierda vs. derecha” que tantos frutos le ha dado. Al mismo tiempo lo agranda, mandándole todas las cámaras para que el presidente de Boca grite su retruco.
Así, si el hijo de Don Franco decidiera a último momento agarrar el guante e ir a por la Presidencia, Kirchner se garantizaría evitar un cara a cara con Roberto Lavagna o Elisa Carrió, que hasta ahora ha preferido meticulosamente evitar. Alguien que conoce muy bien el pensamiento de los Kirchner, apunta: “Por ahí, cuando hablan, Lavagna y Carrió no suman votos... Pero lastiman”.
Por el contrario, si el atribulado Mauricio anunciara en las próximas horas (como todo lo indicaba hasta anoche) que va a apostar por hacer escala en el Palacio Municipal, el eventual costo lo pagarían Telerman y Filmus, que, por experiencia, conocen el daño que puede hacerles un presidente peronista al indicarles a los porteños lo que no deben hacer.
En el fondo, los kirchneristas confían más en Macri que en Filmus o en Telerman. Por un lado, ven lo que les está costando popularizar al barbado educador. Por otro, dudan de que “un líbero como el pelado” les garantice alguna especie de subordinación, con un Presupuesto de 9.400 millones de pesos en las manos. Por último, advierten que Mauricio Macri, criado en los pasillos de las negociaciones de su grupo económico familiar con el Estado, se les figura como el más pragmático y previsible de los tres. Yendo a los papeles, en ningún archivo periodístico se puede hallar un debate serio y sin chicanas pequeñas entre Mr. K y el repatriador de Juan Román Riquelme.
En la lucha por el poder, como en la tortuosa Playstation, la mitad del trabajo es saber elegir el enemigo. Uno conveniente, obvio.