“Si sigo trabajando 12 horas por día va a ser imposible y muy difícil que tenga novio”, se lamenta Michetti, que desmiente todos los rumores de que está de novia y que atraviesa una profunda depresión.
En su entorno juran que está trabajando más que nunca en su flamante tarea como asesora y que eso le dificulta pensar en enamorarse.
Sobre todo porque los que la conocen desde hace mucho saben que Gabriela es de esas mujeres que no se enamoran fácil o, mejor dicho, que no se tiran a la pileta a menos que un hombre las movilice de verdad.
Algunas mujeres –suele ensayar ella entre amigas– se dan el permiso de salir con un chico a pesar de que no se sientan enamoradas o enganchadas, se animan a “ver qué pasa”.
Pero Gabriela no. Le cuesta darse esa posibilidad a pesar de la cercanía habitual con algunos de los políticos que más la atraen, como el Lole Reutemann, De Narváez (aunque no es su tipo, porque no le gustan los rubios), Urtubey o el kirchnerista Agustín Rossi.
Quizá tengan eso que más la seduce: son seguros de sí mismos, tienen sentido del humor y vitalidad. Es que a Michetti no le gustan los melancólicos.