Javier Milei intentará sacar al Gobierno del estado de shock en que quedó sumido luego de la aplastante derrota bonaerense del último domingo. No se trata solamente de la presentación del presupuesto, que será en sí mismo un campo de batalla legislativo y político, sino del intento de retomar la iniciativa política de un gobierno a la defensiva y con la gestión paralizada. El Presidente, que hizo de la confrontación su marca personal, deberá ahora lidiar con un Congreso cada vez más hostil, con la calle movilizada en su contra y con la necesidad de mostrar que todavía tiene capacidad de ordenar a los suyos.
Un solo mariscal de la derrota
El nuevo ministro del Interior, Lisandro Catalán, jurará este mediodía en medio de este clima enrarecido. Su llegada no es menor: deberá gestionar los vínculos con gobernadores que lo miran con recelo, sobre todo después del veto a la ley de ATN. Ese episodio dejó a las provincias sin una herramienta clave de financiamiento, y selló la desconfianza de muchos mandatarios. Catalán tendrá que ensayar un equilibrio imposible: tender puentes donde Milei cavó trincheras.
La presentación del presupuesto mostrará cuántos aliados conserva el Gobierno
Al mismo tiempo, el oficialismo busca darle volumen político a su agenda a través de las “mesas” que se anunciaron la semana pasada. Espacios de discusión interna y, al mismo tiempo, escenificaciones de poder hacia afuera. La Casa Rosada necesita mostrar que no está aislada, aunque el Congreso haya hecho del rechazo a sus iniciativas una rutina y aunque la oposición huela sangre. La presentación del presupuesto será, en ese sentido, la prueba más concreta: allí quedará claro cuántos aliados conserva el Gobierno y cuántos se le escapan entre las manos.
En las calles, el panorama no es menos desafiante. Movilizaciones de organizaciones de personas con discapacidad, del movimiento universitario y de sectores políticos y sociales se combinan y harán visible este miércoles el malestar con la gestión libertaria. La educación superior, que lleva meses en pie de guerra por el financiamiento, prepara nuevas protestas. Las asociaciones vinculadas a la discapacidad reclaman por la falta de recursos y la parálisis en programas específicos. Y los gobernadores, aunque sin marchar, hacen sentir su descontento en el Congreso.
Todo confluye en un mismo punto: el aislamiento creciente del Presidente. Milei parece convencido de que la política es un juego de suma cero, y que la victoria consiste en derrotar al otro, no en convivir con él. Pero esa lógica, que puede servir para galvanizar a su base más fiel, muestra cada vez más limitaciones frente a la realidad institucional y social del país.
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La pregunta es cuánto puede resistir un gobierno apoyado casi exclusivamente en la centralidad mediática de su líder, mientras la economía no da señales claras de recuperación y el frente político se ensancha en su contra. La semana del presupuesto, de las mesas políticas y de la jura de Catalán puede ser, en ese sentido, un punto de inflexión: o el comienzo de un repliegue táctico o la profundización del choque.
En cualquiera de los dos casos, será un capítulo decisivo en la historia del experimento libertario en el poder.
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