La mayoría de los reportajes a economistas de los últimos meses terminan cuando después de describir la “lucha entre el dólar y las tasas” el periodista pregunta: “¿Qué otra cosa se puede hacer?”, todo en un contexto en que el dólar más que duplicó su valor en pesos en el último año y las tasas de referencia, que eran consideradas muy elevadas a fines del 2017, cuando se ubicaban en el 30% anual, superaron en los últimos meses el 60% para apuntar a volver a rozar en estos día esos niveles estratosféricos.
Es una pregunta lógica que, en la mayoría de los casos, obtiene una respuesta complaciente: “Bueno, hay que ver cómo el mercado se acomoda a estas tasas, pero seguro que van a bajar pronto”, diría, por caso, el Ministro Dante Sica.
Para Dante Sica, "da la sensación" de que la recesión empezó a encontrar su piso
Desde la macroeconomía de texto el juego entre tasas altas y dólar contenido constituye un razonamiento elemental. Hoy todos los argentinos informados saben cómo funciona esto. Y saben también que altas tasas inducen a una recesión que poda horas trabajadas, puestos de empleo y muchas otras formas de generación de riqueza, de contribución de valor, que son la base de la economía de un país. Todo se plancha si las tasas son lo exageradamente altas. Justamente esta consecuencia en el cuerpo social nos debe llevar a que la pregunta sea respondida desde la Economía Política, no desde los textos de la macro.
¿Cuál es el problema que se ha ido instalando desde la fatídica conferencia de prensa del 28 de diciembre del 2017, cuando el Jefe de Gabinete y el Ministro de Hacienda le marcaron la cancha al Banco Central? La falta de confianza, que fue creciendo en forma exponencial hasta arrinconar al gobierno que, en estado de pánico escénico, volvió a llevar al país al FMI, algo que muchos considerábamos superado porque creíamos que las lecciones de la crisis de finales del 2001 habían sido aprendidas por toda la dirigencia argentina.
La relación entre la tasa y el valor del dólar en Economía Política debe ser vista junto a la variable Confianza, la más elusiva, la que resulta casi inmanejable para los hacedores de política: la Confianza tiene una base emocional que se manifiesta también en los mercados: la Confianza se siente o no se siente, no hay vuelta de hoja.
En mi experiencia profesional la Confianza ha sido clave. Lo fue cuando logramos domar una economía con una crisis profunda que se extendió entre finales del 2001 y principios del 2002. Y la clave para iniciar la regeneración de la Confianza tuvo su punto de partida en la primera conferencia de prensa que dio el equipo económico. En aquella instancia aprendí la importancia de la televisión. La imagen establece una conexión emocional con la audiencia y allí la gente decide: le creo o no le creo. Nos creyeron y todo resultó mucho más fácil.
El gobierno actual confió en que la presencia del FMI le iba a permitir recuperar la Confianza en su gestión, que se había desvanecido. Pero la imposibilidad de domar simultáneamente a las tasas y al dólar indica que poco o nada se avanzó en este sentido; así, en las últimas semanas se agudizó la crisis de confianza, que tuvo como única respuesta el aumento de la tasa desde el Banco Central.
Años atrás, en situaciones críticas como la que transitamos, los gobiernos se caían. No es la perspectiva actual en la Argentina porque la democracia ha madurado en términos de gobernabilidad, al punto que la oposición reconoce los límites de su actuación. Nadie quiere y a nadie le conviene una disrupción institucional. Pero conviene despejar el problema macro cuanto antes precisamente para despejar dudas que puedan surgir.
¿Qué medida hay que tomar entonces para resolver esto? Seguir aumentando las tasas no es la solución; por el contrario, acentúa la recesión, paralizando la actividad económica, aumentando el malestar social.
Guido Sandleris: “Los economistas tienen algunos datos mal en su previsión de inflación del año"
En general, en situaciones semejantes, los gobiernos tratan de recuperar aliento mediante el reemplazo de los responsables de la política económica; esto es, cambiando al Ministro. El cambio de caras y de formas puede ayudar a revertir el mal humor y a calmar transitoriamente las aguas. Así ha sucedido en muchas crisis en la mayoría de las democracias occidentales, e incluso en nuestro país años atrás. ¿Esto es garantía de éxito? No necesariamente, pero es la única movida que permite crear un espacio para consolidarlo después con medidas concretas que si están bien elegidas y bien explicadas pueden regenerar la confianza. Una movida así es fundamental en estos momentos para anticiparse al tránsito por un sendero que se complejiza más y más por el carácter dicotómico de las elecciones que se avecinan.
Falta saber si el gobierno tendrá la claridad de diagnóstico como para emprender este camino. Hay muchas dudas que resultan justamente de los errores de la gestión económica que lo han caracterizado en estos años, donde la ausencia de un Ministro de envergadura al frente de la gestión económica impidió encontrar alternativas de política económica que funcionen.
(*) Economista. Ex negociador de la deuda externa.