POLITICA

Nisman, la última víctima del atentado a la AMIA

Por Damián Nabot |La democracia argentina fue incapaz de resolver el atentado contra la AMIA. La muerte deNismanla enfrenta ahora a otra prueba.

La denuncia de Nisman dejaba enormes dudas. Su muerte las agiganta.
| Cedoc.

El atentado contra la AMIA se cobró otra víctima con la muerte de Alberto Nisman. El cuerpo sin vida del fiscal vuelve a empujar a la verdad hacia las grutas de la oscuridad. Nisman había volcado enorme expectativa en su presentación prevista para hoy en la Cámara de Diputados. Me lo transmitió enfático pero sereno el sábado en una breve conversación telefónica. Estaba encerrado en su departamento de Puerto Madero, donde preparaba la exposición que lo enfrentaría a los legisladores. No quería hablar públicamente antes de presentarse en el Congreso.

El tono de su voz estaba lejos de transmitir derrotismo. Había estudiado  aquello que la ley le impedía revelar cuando se trata de informar sobre operaciones de los servicios de Inteligencia.

“No puedo dar nombres o cargos pero la ley me permite contar operaciones. Y voy a hacerlo”, enumeró Nisman, apenas unas horas antes de su muerte.

De ahí su empeño en que la reunión en la Comisión de Legislación Penal fuera reservada. Estaba dispuesto a avanzar con su presentación. Su mente estaba puesta en el futuro. Pero un traspié podía desacreditar el andamiaje de su informe.

Nisman había quedado en el centro de un sordo enfrentamiento del submundo más hermético del Estado, aquel que entrelaza a los miembros de los servicios de Inteligencia. Su principal informante durante una década había sido Antonio Horacio Stiuso, alias “Jaime”, quien antes de que estallaran las denuncias de Nisman se había jubilado, si esto es posible, de la Secretaría de Inteligencia y había transmitido a sus interlocutores que se encontraba fuera del país.

Néstor Kirchner confiaba las operaciones políticas más inescrutables a Francisco Larcher, el entonces segundo jefe de la ex SIDE, y a Stiuso. A medida que el control político de la Secretaría se volvió más laxo y la sucesión presidencial mostró el horizonte de nuevos jefes, el enfrentamiento interno y los choques con otras fuerzas recrudecieron. El primer síntoma de la violencia que cubrió al submundo de los servicios fue la muerte de Pedro “El Lauchón” Viale, acribillado por el Grupo Halcón, de la Policía Bonaerense, en julio de 2013. Viale era un informante de Stiuso.

Cristina Fernández perdió la confianza en quienes, como Larcher y Stiuso, habían instrumentado las órdenes de su esposo. En forma paralela, los caídos en desgracia en la cima del poder político buscaron nuevos jefes y se enfrentaron con el teniente general César Milani, a quien la jefa de Estado confió la búsqueda de información en desmedro de la Secretaría de Inteligencia.

Minutos después del diálogo con Nisman, un experto en seguridad transmitió a la redacción de PERFIL que Stiuso se veía amenazado por Milani. Paranoia o realidad, la verdad es que la violencia se había introducido en las especulaciones políticas en torno al caso y, en cualquier país del mundo, eso se traduce como un retroceso para la Democracia.

La denuncia de Nisman dejaba enormes dudas. Su muerte las agiganta. La gravedad del desenlace exigía una respuesta unánime, enfática y conjunta de la dirigencia política. Fue todo lo contrario. Este mediodía, algunos candidatos todavía titubeaban sobre el tenor de la respuesta cuando habían pasado largas horas desde la muerte.

La democracia argentina fue incapaz de resolver el atentado contra la AMIA. La muerte de Nisman la enfrenta ahora a otra prueba. Es la misma consigna y la misma urgencia. Justicia y verdad.

 

(*) Editor Jefe de Política de Diario Perfil, especial para Perfil.com