La vacuna contra el covid-19 es un bien público que pagamos todos. Los hechos recientes confirman que el gobierno nacional no lo entiende de esa manera. Prefirió usarla como herramienta política y privilegiar a los “amigos VIP” mientras se llenaba la boca diciendo que priorizaba la vida de los argentinos. El doble discurso al que nos tiene acostumbrados sigue sumando confusión y malestar sobre una cuestión tan delicada y fundamental en la lucha contra la pandemia.
La angustia y la incertidumbre por no saber cuándo y si te va a tocar o no la vacuna, deja en claro el fracaso de una gestión lamentable al que se suma el escándalo de funcionarios que parece importarles muy poco la situación de ese personal esencial o ese paciente de riesgo al que aún no le llegó la vacuna. La falta de empatía no solo es grave, sino que esa avivada, junto al repudio y el rechazo social, exige mucho más que la renuncia de un ministro.
Manifesté hace días –y sigo sosteniéndolo enfáticamente– que solo cuando todo el personal sanitario y profesionales de la salud, médicos, kinesiólogos, enfermos, auxiliares del sistema público y privado haya recibido la vacuna, después iba a hacerlo yo. Ellos son los que tienen la prioridad, así como los grupos de riesgo a los cuales atienden desde el primer día, con una entrega y vocación que no merece ni puede retribuirse con un programa de vacunación para amigos VIP y militantes.
La falta de empatía no solo es grave, sino que esa avivada, junto al repudio y el rechazo social, exige mucho más que la renuncia de un ministro.
Hemos tenido más comunicación de una campaña de vacunación que vacunas. Los graves errores del gobierno, en un mundo donde todos los países pujan por un bien escaso, hicieron que la Argentina se quedara con muy poca disponibilidad. Los plazos se corren y los contagios vuelven a causar tensión por la segunda ola. Pero al error estratégico de situaciones como la de Pfizer –que sigue sin ser aclarada– se suma, entre otros, el de convertir las escuelas en vacunatorios improvisados. Eso demuestra la arbitrariedad irracional y el interés electoral de una facción del kirchnerismo que quiere apropiarse y sacar rédito político.
Ofrecí formalmente al gobernador Axel Kicillof veinte centros primarios y los tres centros de salud de alta complejidad que tenemos en Vicente López, con el personal idóneo y todo el equipamiento necesario para llevar adelante la vacunación. La Cámpora decidió vacunar en seis escuelas, alquilar freezers, dar por zoom una dudosa capacitación y pagar personal extra. Por decidir vacunar en lugares que no son aptos ya hemos perdido muchas dosis. Baste recordar como ejemplo el caso de Olavarría. Las dosis llegan a los Municipios por goteo. Además de no cuidar las pocas que van llegando, es inadmisible que en algunos de ellos se repartan discrecionalmente entre personas del mismo color político, la mayoría de ellos jóvenes de La Cámpora.
El uso político de la vacuna pone una vez más en evidencia la improvisación de una mala gestión y un gobierno sin rumbo. La vacuna no debería ser de un partido político o de una facción de un frente electoral. El cansancio y el agotamiento de toda la sociedad merece y exige ser atendido con la urgencia de medidas que privilegien lo único que en este momento es VIP: la vida y la salud integral de cada argentino.
Jorge Macri es intendente de Vicente López.