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Órdenes de arriba

El Presidente argentino “eligió” esta semana a Daniel Filmus como próximo jefe de Gobierno de la Ciudad. Hace dos semanas había designado a Daniel Scioli próximo gobernador de la provincia de Buenos Aires. No hay internas ni elecciones primarias.

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Es De la Madrid! Todavía recuerdo cómo me impresionó el episodio.

En pleno exilio, a mediados de 1981, yo hacía trámites un mediodía en el centro de Ciudad de México y, de pronto, un canillita me ofrece a los gritos la última edición de uno de los incontables meridianos y vespertinos del Distrito Federal. En titulares catástrofe decía “¡Es De la Madrid!”.

Lo cuenta con incomparable gracia el periodista Salvador Flores Llamas, en Las campañas de antes: “Antaño, los del PRI no eran candidatos, sino presidentes (aún no en ejercicio) que recorrían el país en campaña para conocerlo, oír peticiones, hacer amarres con grupos políticos, de interés y presión y placearse ante sus futuros súbditos. El destape era su unción y la toma de posesión su protesta como abanderado tricolor, por eso los sectores del partidazo peleaban el destape, y Fidel Velázquez Sánchez ganaba casi siempre con su Central de Trabajadores Mexicanos (CTM) por vivaz y marrullero. Su última jugarreta fue con Miguel de la Madrid Hurtado. (El presidente José) López Portillo reunió en (la residencia presidencial de) Los Pinos, la mañana del 25 de septiembre de 1981, a la nomenclatura priísta para revelarle el gran secreto, y partió luego a un viaje marítimo de Cozumel a Puerto Juárez (Cancún) durante el cual se le vio nostálgico y reservón.

Al salir de la residencia oficial, acordaron los jefes de los tres sectores reunirse al mediodía en el PRI para lanzar conjuntamente la noticia. Mas una vez en su búnker, Fidel la soltó y tomó desprevenido al jefe de Prensa del Comité Ejecutivo Nacional CEN (del PRI), Morelos Jaime Canseco, quien no supo qué responder cuando lo cuestionaron sobre el madruguete. Quiso consultar a su jefe Javier García Paniagua, pero se había vuelto ojo de hormiga, disgustado porque las palabras mayores no habían sido para él; por eso renunció y hasta se corrió la especie de que había ido a manotearle al Presidente, cuando volvió de su viaje; lo que los políticos bien sabían que era punto menos que imposible”.

El método Kirchner es igual, pero con la diferencia de que en la Argentina no existe algo equivalente a lo que fue el PRI en aquella época.

El “dedazo” para designar como emperador elegido a De la Madrid se conoció a través del destape de septiembre de 1981 y en julio de 1982 fue elegido por el 70 por ciento de los mexicanos. En aquel México, el poder era vicario y resultaba de la decisión unilateral del déspota de turno.

El Presidente argentino “eligió” esta semana a Daniel Filmus como próximo jefe de Gobierno de la Ciudad. Hace dos semanas había designado a Daniel Scioli próximo gobernador de la provincia de Buenos Aires.

No hay internas ni elecciones primarias. La resolución parte del sillón presidencial, en consulta estrecha con dos o tres personas más, y luego de la proverbial “medición” a cargo de las encuestadoras que trabajan para la Casa Rosada.

Primero es el nombre, luego viene algo parecido a un “programa”, finalmente los detalles legales, como –por ejemplo– los requisitos formales a cubrir para ser candidato. No hay marco institucional formal ni decisión colegiada.

Al igual que se sucedía a mediados de los años 70 en la tendencia revolucionaria del peronismo, todo se consuma en un “ámbito” opaco y misterioso al que se ingresa por promoción. En aquellas “reuniones de ámbito”, los montoneros de hace 35 años resolvían apoyos y beligerancias, asesinatos y secuestros, copamientos y alianzas.

Hoy, claro, no se deciden eliminaciones físicas ni “expropiaciones”, pero el mecanismo de verticalidad indisputable es perturbadoramente parecido.

¿En qué marco abierto y de plural expresión de intenciones y pensamientos de la militancia, por ejemplo, se debatió quién debe hacerse cargo de los dos distritos que configuran el área metropolitana?

Se asegura, incluso, que el vicepresidente Scioli recibió la noticia de que heredará a Felipe Solá enterándose “por los medios”.

A la argentina, pero igual que en el México de los años 80, se supo que “es Scioli”.

En una ejemplar (por lo implacable) entrevista que le hicieron para Clarín los periodistas Mariano Thieberger y Fernando González, Scioli dice, respecto de su designación por Kirchner: “Me gratifica desde lo humano. Más allá de lo político, la posibilidad de seguir sirviendo a mi país y poder acompañar al Presidente en lo que considera que puedo ser útil al proyecto”.

A la pregunta sobre cuándo va a formalizar su candidatura, ya proclamada por Kirchner, Scioli da cátedra: “Cuando el Presidente defina la estrategia electoral. El es el que fija los tiempos”.

El “dedazo”, entonces, es integral, soberano, plenipotenciario e incuestionable.

En otras partes no se consigue.

La última semana del año, la revista uruguaya Galería, suplemento del prestigioso semanario Búsqueda, publicó en tapa una foto del ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, José Mujica, y del jefe del Partido Nacional, líder principal de la oposición, Jorge Larrañaga. Juntos, en una toma producida en estudio, se exhiben dos personas que no podrían ser más diferentes. Título de la tapa: “Tolerancia, ese valor escaso”.

Mujica, uno de los guerrilleros fundadores de Tupamaros en los años 60, estuvo preso e incomunicado en las siniestras mazmorras de la dictadura uruguaya nada menos que 13 años. Larrañaga, actual senador y candidato a la presidencia en las elecciones que ganó Tabaré Vázquez, encarna estilos y filosofías completamente diferentes.

Se sientan a una misma mesa, discrepan, conversan, se reconocen. ¿Alguien imagina algo equivalente en la Argentina? Inconcebible. Es como si Cristina Kirchner se fotografiara junto a Elisa Carrió, Carlos Kunkel posara junto a Ricardo López Murphy o Felisa Miceli junto a Roberto Lavagna.

En el Uruguay, un gobierno fuerte, con rotundo mandato electoral, el de Vázquez, gobierna conversando, dialogando y consensuando. El Frente Amplio es una coalición que se maneja de manera democrática.

En las elecciones internas del 12 de noviembre, en las que votaron 210.000 militantes, los Tupamaros de Mujica sacaron el 32,9 por ciento de los votos, la socialdemócrata Alianza Uruguay del ministro de Economía, Danilo Astori, el 14,1 por ciento, el Partido Socialista de Vázquez el 13,7 por ciento, y el Partido Comunista el 10 por ciento. En la Mesa Política del Frente Amplio, los Tupamaros tienen sólo cinco de los 29 miembros y “las bases” retienen doce representantes.

En la antidemocrática Argentina de estos años, en cambio, no se conversa.

Se emiten órdenes. Y se acatan.

Tengamos un 2007 mejor.