La carrera del juez Juan Manuel Yalj (63) transcurría sin sobresaltos y esperaba que Cristina Fernández lo promulgara como camarista de San Martín, cuando la orden de detención del sindicalista Rubén “Pollo” Sobrero lo puso en tela de juicio. “Si la Presidenta no me promulga como camarista, me voy a mi casa”, dice categórico en la primera entrevista que concede desde el escándalo.
Yalj recibe a PERFIL explayando toda su amabilidad y cuenta que su padre, David Yalj, fue funcionario durante el último gobierno del general Juan Domingo Perón y había sido un activo militante de la resistencia peronista. El juez Yalj relata que en 1956 fue testigo de cómo su padre escondió en su casa a sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez, entre ellos al general Tanco, segundo al mando de los sublevados, y a Norberto Gavino.
—¿Su padre los ayudó a salir del país?
—Sí. Otros amigos de mi padre tenían a otros sobrevivientes y se reunieron con el agregado aeronáutico de la Embajada de los Estados Unidos, quien les dijo que los llevaran a la Embajada de Haití. Mi madre fue a comprar cajones de rosas, lo puso primero a Gavino, y en otro viaje, a Tanco, en la parte de atrás del auto, y los tapó con las flores. Así los fue llevando hasta la embajada. Había piquetes de la Armada cercando casi todas las embajadas. Pero nunca se esperaron que los llevarían ahí. Cuando los descubrieron, un comando naval y otro civil irrumpieron en la sede diplomática y quisieron fusilar a los refugiados. Intervino la Embajada norteamericana y los sacaron del país.
—¿Usted militó en política?
—Nunca milité, porque sufrí mucho por la militancia de mi padre. En el ’76, yo era secretario en un juzgado de San Isidro. El ministro de Justicia, Jaime Smart, me pidió la prescindibilidad y me echaron. Protesté ante la Corte Suprema, que me radicó en San Martín.
—¿Por qué ordenó detener a Sobrero si las pruebas no eran firmes?
—Tenemos un cuadro de sindicalismo salvaje. Encontramos que cambian un cable de alta tensión por uno de media tensión para que se pare el tren. Eso lo puede hacer sólo un ferroviario. Encomendamos las tareas de inteligencia a una comisión especialmente creada por la Policía Federal. El testimonio que involucraba a Sobrero –el del linyera Alan Skrobacki– era creíble porque involucra al testigo. Dijo que un tal Leo, que siempre está al lado del Pollo, lo había contratado para quemar el vagón 8 de un tren que manejaba Ezequiel. El motorman del tren que quemaron se llama así. La orden de detención se largó un jueves para que se llevara adelante entre domingo y lunes junto a los allanamientos, pero la Policía se adelantó.
—¿Cómo surgió esa comisión de la Federal?
—Después de la quema de trenes se presentó en mi despacho el comisario Lucía y se puso a mis órdenes a pedido de la superioridad.
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