La definición de fórmulas constituyó mucho más que una mera formalidad dentro del proceso electoral: generó un importante reacomodamiento hacia dentro de las estructuras e introdujo elementos novedosos con influencia en la construcción de opinión de la población.
La elección de las parejas que se postularán para conducir el país de las dos principales fuerzas políticas dejaron expuesto, con bastante crudeza frente a la opinión pública, aquello que poseen y aquello de lo que carecen.
Opositores. Mauricio Macri, contra todos los análisis electorales que lo observan “con lo justo”, se definió por un coequiper que provoca un leve impacto en la definición del voto.
Ese impacto está más vinculado a fortalecer un atributo, la humanización de su imagen y la del espacio que lideran, que a la demostración de apertura partidaria decidida a dar acogida a nuevos votantes.
Se inclinó por “no desposicionarse” dentro de un proceso que ha visto ir descendiendo las barreras de ingreso de nuevos simpatizantes a lo largo del país.
En ese contexto, se consideró a la imagen de Gabriela Michetti lo suficientemente eficaz para influir sobre una porción de las cabezas menos reticentes sin tener que ceder parte de su paquete accionario.
La evaluación ponderó las ventajas de capitalizar todo lo hecho hasta el momento, que no es poco, pero podría no alcanzar. Replicó una lógica que le ha venido dando resultado al PRO, en múltiples aspectos y que quizás encuentra su mayor riesgo en términos de timing. Pero no quiso acortar camino, y sí ser dueño 100% aún a riesgo de un menor tesoro.
Decidió mostrar lo que tiene. Entiende que mostrar lo que existe resulta un concepto positivo a la hora de construir opinión. Una alianza extrapartidaria hubiera dejado expuesto aquello de lo que carece: su falta de anclaje territorial, que aun siendo real prefiere no ponerlo en juego.
Oficialistas. La definición Scioli-Zannini resulta más disruptiva de cara a la opinión. Ni el kirchnerismo ni Scioli son lo mismo desde entonces, ambos han decidido sacrificar parte de su identidad y deberán esforzarse en mostrar al electorado el sentido del paso dado.
Dejaron expuesto aquello que “no tienen”, que no es poco subiendo la barrera de ingreso para el “no votante K” (50% en el Área Metropolitana Buenos Aires), antes tentado por el calor del discurso sciolista.
Decidieron poner sobre la mesa la debilidad que entraña la ausencia de sucesión, por un lado y la de liderazgo personal por el otro. Ambos han perdido rasgos clave y la fórmula deberá empezar de cero su estrategia comunicacional.
Alineado con lo anterior, el 30% de la población AMBA (Capital y Gran Buenos Aires) afirmó en una encuesta realizada después de la definición de fórmulas que “le gusta” la fórmula Scioli-Zannini, retrotrayendo la adhesión del gobernador de la provincia de Buenos Aires al piso observado en los últimos años por el kirchnerismo más duro, (y más disciplinado que el sciolista auténtico).
Es una población con un nivel educativo primario y que ve en esta fórmula la capacidad de mejorar salarios y disminuir la pobreza.
El 46% dio la misma respuesta para Macri-Michetti que por su lado no demuestra, por ahora, enamorar a todo el espectro “no K”. El habitante AMBA más instruido cree que ellos podrán mejorar la calidad educativa y disminuir los niveles de corrupción.
Es el momento de dar de nuevo.
*Politóloga. Socia gerenta de CIO.