En estos días, todo junto y a la vez, la estantería económica empezó a modificarse desde los
instrumentos: acaba de cambiar el esquema de retenciones a los granos, hubo subas en impuestos a la
venta de gas al exterior e incentivos a la nueva producción, junto al anuncio de inversiones en
trenes de cercanía, todas medidas que marcan la vocación del Estado por definir a los ganadores y a
los perdedores de la economía.
Descartada una solución de mercado para estos temas, queda como resumen que algunas de ellas
son medidas con un definido sesgo fiscal, con el único propósito de sumar más dinero para el
Tesoro, medidas que vendrán a sumarse a una maraña cada vez más complicada de sostener, ya que por
cada una que implica gasto hay una cadena de múltiples subsidios cruzados que deben atenderse con
incrementos de los ingresos, para no restar capacidad de maniobra.
En granos, se pasa a un esquema de movilidad en el tributo que permitirá recaudar más (0,4%
del PIB) en aquellos más vendidos al exterior y además se promete a los productores "precio pleno"
para el trigo, para la próxima campaña, sin que se haya dicho que ocurrirá entonces con las
prohibiciones a la exportación.
También se anunciaron aumentos en los impuestos a las exportaciones de gas, atados al valor
de importación. Esta última noticia viene en línea con mayores incentivos, vía precios, para la
nueva producción gasífera, un insistente reclamo de los jugadores del sector. En paralelo, las
autoridades admitieron el deterioro del sistema ferroviario y han comenzado por la recomposición
del Ferrocarril Roca, una manera de mostrarle a los sufridos viajeros de los trenes suburbanos que
no todo pasa por los trenes de alta velocidad y que ellos también importan.
Por otro lado, todavía no se observa de modo explícito la preocupación oficial por el franco
faltante de combustibles líquidos, con amenaza de paros de los estacioneros, quienes dicen que no
tienen qué vender ni tampoco rentabilidad, mientras algunos productos de las góndolas de alimentos
han comenzado a escasear y la ganadería está en retroceso, producto de los controles estatales y de
la fijación de precios.
Pese al superávit fiscal y comercial, de las mayores reservas, la suba ininterrumpida de la
producción y la baja importante del desempleo, para el Gobierno, "inflación", "crisis energética" o
"mala asignación de prioridades" son malas palabras que no conviene menear, conceptos que derivan
de situaciones que provienen a su vez de los aspectos más recalcitrantes de un plan económico que
no termina de cerrar en estos ítems.
Entre tantos frentes abiertos, la reaparición de Martín Lousteau no deja de ser una muy buena
noticia, como también sus ganas de clarificar ante la prensa los detalles de las medidas que le
atañen. Tampoco hay que dejar de lado la explicación que dio el ministro sobre la inflación
alimentaria del mundo: "se duplicó", dijo, situación que en la Argentina -país generoso- ha quedado
disimulada, por el disimulo al que fueron sometidas las cifras del INDEC, otra asignatura pendiente
que deberá asumirse con más realismo que maquillaje para volver a circular por el mundo.