Banderas, pancartas y hasta publicaciones con la imagen del Che Guevara. Bombos y platillos. Gorros con vicera y pecheras que mostraban su pertenencia a una agrupación social o sindical. Mujeres, hombres y niños con jeans raídos, zapatillas de lona y remeras estiradas.
No es una marcha por aumento de salarios ni de planes sociales. Están en la protesta del campo que se realizó en Palermo, en contra de la aprobación de las retenciones móviles, en medio de mujeres paquetas y con peinados de peluquería, de hombres trajeados o vestidos con bombacha de gaucho, camisa de marca y boina, de jóvenes rubios y ojos claros que lucen sus botas de carpincho haciendo juego con su cinturón.
Están mezclados, se aplauden mutuamente, levantan al mismo tiempo banderas celestes y blancas, y hasta entonan juntos el Himno Nacional Argentino. “Desde hoy, (Luis) Barrionuevo es mi ídolo”, dice un hombre que lleva un pantalón de vestir, camisa y mocasines, y porta en el cuello una bandera argentina con la leyenda “Todos con el campo”. Y lo dice mientras mira llegar la columna de gente del sindicato de Gastronómicos que lidera Barrionuevo.
“Y ya lo ve, y ya lo ve, hay una nueva CGT”, canta la columna que sigue a Barrionuevo, líder de la CGT disidente y abiertamente opositor al Gobierno de Cristina Kirchner. A su alrededor, las mujeres y hombres bien vestidos que apoyan al campo los aplauden al verlos llegar. Se alegran de verlos llegar. “¡Mirá lo que es eso!”, exclama una cincuentona al mirar la cantidad de gente que copó el monumento a Los Españoles, lugar que eligió el campo para hacer su acto.
“¡Bien ahí! ¡Vamos Argentina!”, gritaban a coro mujeres y hombres del campo cuando entraron dos columnas del sindicato de Playas de Estacionamiento y Lavaderos Automáticos con dos banderas argentinas de más de 100 metros de largo. También aplaudieron a los grupos sociales que llegaban con bombos y platillos, mientras unas nenas pequeñas del MIJD, de Raúl Castells, corrían contentas cada vez que lograban que algunas de esas señoras de anteojos de sol grandes le compren una de sus revistas.
“Están apoyando, está bien”, le explicaba una mujer rubia, de unos 70 años, a su marido que no entendía que hacían “esos malevos” con banderas rojas y remeras del Che en el medio del amontonamiento. “¡Viva la Patria!”, “¡Argentina, Argentina!”, “¡El que no salta es un pingüino!”, “¡Alfredo (De Angeli), querido, el pueblo está contigo!”, los cánticos eran los mismos. El entusiasmo, también.