El escandaloso giro de Roberto Lavagna de alinearse detrás de Néstor Kirchner expresa a otras dos corrientes políticas que han perdido protagonismo y buscan desesperadamente reciclarse: Raúl Alfonsín bendijo públicamente el acuerdo y Eduardo Duhalde también hizo trascender inmediatamente su apoyo.
No es casual que el artífice de la secreta negociación haya sido el senador José Pampuro, un ex duhaldista, cultor del diálogo permanente con el alfonsinista Enrique Coti Nosiglia y ahora devenido en obediente soldado kirchnerista.
El decadente intento de reflotar el espíritu del Pacto de Olivos II surgió como respuesta a la falta de alternativas al liderazgo de Kirchner dentro del PJ y, sobre todo, a la falta de dominio territorial y a la carencia de figuras de prestigio (de Narváez y Lavagna) le agregarían un perfil un poco más presentable que el que representan Menem y Rodríguez Sáa.
La movida no es tan importante desde el punto de vista partidario, sólo legitima a Kirchner y aísla a Scioli: el ex Presidente dirá que ganó el PJ en internas abiertas y democráticas y el gobernador bonaerense quedará sin aliados posibles en una eventual sublevación contra el poder central.