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Tras las estatizaciones de Chávez, la visita de Néstor K a la papelera de Moreno es todo un mensaje

¿Por qué Néstor Kirchner ha decidido mostrarse en campaña, con medio gabinete nacional a su lado, en una fábrica que ha pasado a ser de administración estatal, a partir de fondos aportados por los jubilados de la ANSeS, que maneja el ultraestatista Guillermo Moreno?

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¿Por qué Néstor Kirchner ha decidido mostrarse en campaña, con medio gabinete nacional a su lado, en una fábrica que ha pasado a ser de administración estatal, a partir de fondos aportados por los jubilados de la ANSeS, que maneja el ultraestatista Guillermo Moreno? ¿Simple casualidad o respuesta por elevación a las presiones empresarias por el manotazo chavista a tres empresas del grupo Techint? En este contexto, su apelación a "defender el modelo" en medio de tropa propia, ¿podría considerarse ingenua?

En general, en la política no hay casualidades y en el universo de lealtades y enemigos entre los que suele surfear el ex presidente tampoco. Ni mucho menos cuando todo el espectro empresario de industriales, comerciantes y banqueros, más las organizaciones que nuclean a los popes de los negocios y las que le brindan sustento ideológico han salido en tropel a mojarle la oreja al ex presidente, después de muchos años de disciplinada sumisión.

En Olivos creen que, con la excusa de pedir acción gubernamental a raíz del caso Techint en Venezuela, los llamativamente parecidos comunicados empresarios del viernes pasado quisieron decirle al kirchnerismo que "algo así, no va a pasar en la Argentina", una forma de marcarle la cancha a partir del 29 de junio y mostrarle su eventual debilidad.

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Los empresarios temen que si Kirchner gana, aunque sea por un voto, su populismo se desborde en manifestaciones de permanente ofensiva estatista, más allá de todos los avances que ya ha hecho el Estado con desembarcos en las empresas en las que tiene participación accionaria. Y temen también que, si pierde, su modo de retomar protagonismo sea a partir de una ofensiva similar, aunque con el propósito de negociar una vez más con el establishment.

En esta línea, tampoco parece improvisada la frase de Kirchner sobre las imposibilidades que había durante el año 2001, cuando él no estaba, para salvar a la empresa. Por defecto, el "ojo que ahora sí podemos hacerlo" no deja de ser un mensaje de retribución de atenciones destinado a todos aquellos que creen que el nucleo duro del kirchnerismo está a punto de la rendición. La Papelera Massuh, que ahora tomó el nombre de Papelera Quilmes y que emplea a 600 obreros, debe más de 250 millones de pesos y tiene nueva conducción mixta, del estado nacional y municipal, del gremio y de los ex gerentes de la empresa privada, a la que, a través de un Fondo Fiduciario, se le paga un alquiler mensual. Debido a su vetusta tecnología, la papelera había sido acusada, inclusive por quien hoy es su socio, la comuna quilmeña, de polucionar el aire y el agua del arroyo Las Piedras, donde vuelca sus residuos.
Sin embargo, de eso no se habla y menos ahora que Moreno y sus muchachos prometieron ponerla a funcionar con "eficiencia", un concepto que llama la atención sólo porque es demasiado neoliberal para sus gustos.

(*) Agencia DYN