POLITICA
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Un banquete miserable

La administración Kirchner, con mucho esfuerzo y empeño, logró que la locomotora económica del país se detenga por segunda vez en menos de dos meses. Fue por una lograda serie de yerros que provocarán multimillonarias pérdidas para toda la sociedad.

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Luego de largos cabildeos y negociaciones infructuosas, la administración Kirchner con mucho esfuerzo y empeño logró que la locomotora económica del país se detenga por segunda vez en menos de dos meses. La intentona oficial dio sus frutos a partir de una lograda serie de yerros que van a provocar multimillonarias pérdidas para toda la sociedad.

La obstinación del gobierno en mantener una tesitura política absurda lleva al país a una situación de inestabilidad permanente. Demasiado costo para una paupérrima demostración de poder. Es esa misma obstinación la que no permite visualizar los riesgos que se ciernen sobre la economía en su conjunto y sobre el bienestar de la población.

El gobierno tensó la cuerda en demasía y se generó más problemas hacia futuro. Está claro que la inestabilidad no comienza con el lock-out rural y que la suba en las retenciones no son ni por asomo un problema específico del sector. La suba en las retenciones responde a las asfixiantes necesidades fiscales que tiene el gobierno frente al pago de los servicios de la deuda. El despilfarro de gasto público y las consecuencias derivadas de un malogrado canje de deuda llevaron a la situación actual. La crisis no es generada por el actual gobierno sino que radicó en los horrores cometidos durante la gestión anterior.
Ese efecto "arrastre" desemboca con toda furia ahora y debilita al país económicamente, llevándolo a una situación de fragilidad.

La supuesta bonanza de la gestión anterior no fue otra cosa que una tenue mácula que no permitía ver la endeble estructura. Se llegó a 2007 con lo justo y con el último aliento. Desde 2008 en adelante, se debían encarar una serie de reformas para dar oxígeno a la economía. El viento en popa de los commodities debería permitir que la locomotora del agro pudiera traccionar al resto de la economía. Pero el esfuerzo desde 2003 ha sido muy grande y la carga ahora es muy pesada para que un sólo sector pueda reparar los enormes daños generados por la administración anterior.

La terquedad no permite ver las consecuencias. El lock-out llevará a los productores a embolsar la cosecha y no venderla a precio vil. ¿Qué genera más perjuicio que no ingresen dólares por no vender la cosecha o bajar las retenciones y permitir que la máquinaria rural siga funcionando? El daño no se circunscribe a la cosecha de la soja. Tiene también su proyección a futuro porque sin rentabilidad, los productores rurales no van a poder sembrar trigo, un producto de excelencia de la Argentina que va a desaparecer. El trigo no es como la soja. Los productores llegaron a la soja empujados por los precios máximos de la leche, de la carne, del maíz y del trigo. La soja es extraña al país. Pero el trigo es virtualmente una marca argentina de calidad mundial.
Pero el daño no parece terminar. Los últimos cambios en el régimen de exportación de carnes, con la constitución de encajes inentendibles, va a provocar una nueva y abrupta pérdida de mercados al igual que en el caso de la leche.

La justificación oficial pasa por asegurar la provisión de alimentos en la mesa de los argentinos. Pero final y fatalmente, los argentinos tampoco tendrán alimentos suficientes. Sin actividad rural que demande bienes y servicios, el factor multiplicador del campo sobre cientos de ciudades del interior desaparece y con ello, sobreviene la parálisis. Cesación de pagos y desocupación serán los signos emergentes de la crisis.

Sin ingreso de dólares y sin crédito internacional, los problemas de repago de la deuda pública se van a agravar en el momento de peores relaciones del gobierno con el mundo. Los desaciertos son múltiples. En momentos, en que el mundo le pide a la Argentina que libere las trabas a las exportaciones de alimentos, para evitar que millones de personas en todo el planeta caigan en la miseria extrema, ante la suba de precios, la administración regente responde negativamente. Es como tender la mesa para un banquete en medio de la hambruna y la pobreza. Una actitud miserable que el país pagará a futuro con más penurias y castigos.

La Argentina es por definición un país rural y su destino estará atado a esa actividad. Toda la economía gira en torno de ello. Las miserias humanas, la soberbia y la mezquindad son malas consejeras.