Será una semana política fascinante la que empezará mañana en el Congreso. Jaqueada y sin salida, la administración de Cristina Fernández de Kirchner habló de "darle más democracia" a sus controvertidas retenciones móviles, y envió al Congreso el tema tratando de encontrar en esa mayoría ultradependiente el aval que le permita salir de una crisis galopante. Todos los ojos apuntan, entonces, al Parlamento, una institución devaludada a los ojos de la sociedad y que en los últimos años ha merecido incluso el triste mote de "escribanía", porque se limita a votar lo que ordena el Poder Ejecutivo con una obediencia denigrante.
Pero es de tal magnitud la efervescencia social en esta ocasión, que no es fácil sentarse, aprobar las retenciones móviles y seguir disfrutando de las ventajas que ofrece pertenecer a la corporación política. Ahora los problemas estallan apenas los legisladores salen a la calle, en sus barrios, en el colegio de sus hijos. Por eso son muchos los que enfrentan una demanda cada vez mayor de sus votantes, que les reclaman que se aparten de las órdenes de la Casa Rosada y muestren su libre albedrío.
En ese cuadro, el debate que se viene sobre las retenciones móviles promete ser apasionante. Decenas de nombres ignotos comenzarán a conocerse, el debate se seguirá hasta contando la cantidad de bostezos, pero lo más importante es que habrá un debate que, luego de muchísimo tiempo, tiene posibilidad de escapar a lo que se instruya desde la Casa Rosada. Si los legisladores aprovechan la oportunidad o no, ellos sabrán, pero les conviene tener presente que eso de "la Patria se los demande" ahora está a vuelta de la esquina.