POLITICA

Un Milei místico, que propone el dolor para lograr la salvación

El presidente electo se presentó como una figura providencial, llamada a refundar la Argentina. El camino incluye una ingente cuota de sufrimiento, como supone el ajuste draconiano que promete implementar.

Asunción de Javier Milei
Asunción de Javier Milei | Pablo Cuarterolo

Cuando era chico, finales de los 60, primeros años 70, era común escuchar en Buenos Aires frente a las amargas frustraciones que ya entonces presentaba la Argentina: “Acá hace falta un Castro, un Franco”. No importaba qué representaban el comandante cubano y el generalísimo español, que apenas coincidían en sus raíces: Galicia. Vivíamos bajo una dictadura militar. Pero se seguía pidiendo una personalidad fuerte que pusiera las cosas en orden. ¿Es eso lo que se espera de Javier Milei?

El discurso del flamante presidente muestra una contradicción fundamental con su credo liberal. Milei se presentó este domingo como una especie de decisionista, dispuesto a llevar adelante su duro programa de reformas económicas no importa quién o qué se le oponga. Con su iniciativa simbólica de darle la espalda a la Asamblea Legislativa reunida para su asunción y su pronóstico de un tiempo aún más aciago por delante, Milei declara en algún sentido la imposición de un estado de emergencia, una excepción, en los términos en los que entiende Carl Schmitt. Nada más lejos del liberalismo, en cualquiera de sus versiones.

“Aquellos que quieren utilizar la violencia o la extorsión para oportunizar el cambio, les decimos que van en contra de nosotros. Les decimos que se van a encontrar con un presidente de convicciones inamovibles que utilizará todos los resortes del Estado para avanzar en los cambios que nuestro país necesita”, dijo Milei. El execrado Estado, al servicio de las convicciones de un presidente.

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Javier Milei les tomó juramento a sus ministros en una ceremonia privada

Joseph Shumpeter sostuvo que la democracia no garantiza buenos resultados. El economista austríaco -a quien separa una generación de sus colegas de la nueva escuela de Viena en la que abreva Milei- dice que la democracia es probadamente el menos eficaz de los sistemas. La historia, argumenta Schumpeter, demuestra que ha habido autocracias, dictaduras y oligarquías que han obtenido resultados que podrían atribuirse al ejercicio de la democracia. La democracia resulta el menos eficiente de los sistemas de gobierno por la atención que demanda tanto la lucha política como el debate y la discusión pública, como lo entiende Schumpeter. 

Así, frente a problemas de cierta complejidad, las decisiones impuestas a través de órganos no democráticos han sido -y podrían ser- en ocasiones mejores o más aceptables para el pueblo que las de la democracia misma. Un Castro, un Franco. 

Aunque en ocasiones sería plausible, el concepto de “eficiencia” del que habla Schumpeter no puede tomarse como uno de los objetivos específicos de un sistema de gobierno, mucho menos democrático. 

Javier Milei habló en el balcón de la Casa Rosada: "Llevamos cien años de decadencia"

El presidente Milei pasó por alto que estaba asumiendo la presidencia de la Nación en momentos en que se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia. Un hecho poco significativo para el nuevo presidente, al menos porque en su discurso no existió

También, como se dijo, desconoció el rol de los legisladores reunidos en el Congreso, que son, como el mismo presidente, quienes representan la soberanía popular. Necesitará inevitablemente de ellos para llevar adelante su programa de reformas. Milei en cambio se dirigió a sus seguidores reunidos fuera del Congreso, que representan una porción de aquellos que lo han votado.

“No hay alternativa al ajuste y al shock”. Milei les ha propuesto recorrer descalzos un camino de brasas de duración incierta. Es probable que mucha gente esperanzada en que la Argentina detenga de una vez su decadencia esté dispuesta a soportar el sufrimiento que implica un ajuste ortodoxo. Un hecho elocuente fue la celebración que se hacía desde las calles de lo que proponía el presidente, por momentos enredado en un lenguaje técnico infrecuente en un mandatario y un despliegue de cifras de difícil comprobación

"No hay plata" y "la situación empeorará": el discurso completo de Milei

Pero es igual de probable que el nuevo gobierno deba enfrentar una fuerte resistencia de las corporaciones política, empresarial y sindical. Y el rechazo de mucha gente de a pie a una solución draconiana como la que ofrece. 

La ambición de Milei es refundar la Argentina. No es demasiado diferente de lo que se han propuesto algunos de sus antecesores recientes, de distinto signo. Milei sin embargo se atrevió a algo que los otros no, Mauricio Macri incluido: insistir en que devolverá a la Argentina el esplendor -diría Archibaldo Lanús- que alcanzó en la segunda mitad del siglo XIX. Milei se referencia en Julio A. Roca. Un modelo sin duda alguno exitoso para los parámetros de la época, que incluyó la ley 1420 de educación gratuita y obligatoria. Pero anterior a la Ley Sáenz Peña de voto universal y obligatorio, que representa la consagración de los derechos políticos a las mayorías populares, y de la crisis de los años ‘30, que obligó a la Argentina, como a tantos países en el mundo, a un dramático cambio de su matriz productiva.

Otra singularidad ha sido la idea de no transmitir en vivo la jura de sus ministros, pasadas las seis de la tarde. Una decisión extraña, que podría significar una ultraconcentración del poder en manos presidenciales y, al parecer, desde lo simbólico, contraria a la necesidad de visibilidad y transparencia.

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El rasgo más inquietante de Milei sigue siendo su emocionalidad. Su mensaje estuvo cargado de misticismo sincretista, con varias citas bíblicas y alusiones a unas desconocidas “fuerzas del cielo”, una temprana figura anterior incluso a su campaña electoral. Sin entrar en cuestionamientos a la espiritualidad del presidente, sí podría decirse que Roca lo habría desaprobado.

Milei propuso el dolor como la vía para la salvación. Una idea que atraviesa su constitución judeocristiana.¿Una figura providencial arrancará a la Argentina de su postración?

CP