POLITICA

Un pasado de anuncios y promesas

Cuchicheo. El ministro de Economía, Axel Kicillof, y Capitanich.
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Más allá del tenor autocelebratorio, cuyo punto más alto fue el eslogan “La década ganada”, los discursos pasados de Cristina Kirchner ante el Congreso incluyeron anticipos que marcaron la agenda política argentina, como la Ley de Medios Audiovisuales (2009) o el proyecto de “democratización de la Justicia”, que abarcó la reformas de los códigos Civil y Comercial, y la elección de los miembros del Consejo de la Magistratura (2013). Ayer, en cambio, los anuncios sólo fueron generales.
En asambleas anteriores, defendió ideas polémicas como el memorándum de entendimiento con Irán (2013), la implementación de vuelos a las Malvinas, resistidos por los isleños (2012) o la reforma de la Carta Orgánica del BCRA (2012).

Entre las promesas incumplidas, hay tres que se destacan: su rechazo a las críticas de la oposición por el anuncio de la construcción de “trenes de alta velocidad” (2008), una quimera que sepultó la crisis, y su mención a la necesidad de “dar el salto cualitativo en materia de calidad educativa” (2011), que no se reflejó en las evaluaciones. En 2011, afirmó que “algunos empujan devaluaciones que sabemos a quién benefician y a quién perjudican. No vamos a someternos a presiones de ninguna naturaleza que distorsionen el modelo”. El resultado es conocido: al asumir, un dólar cotizaba a 3,15 pesos; hoy roza los 8 pesos. Al respecto, hay que sumar sus escasas referencias a la inflación.

El tono descontracturado que usó por lo general para elogiar a sus partidarios –e incluso a algunos opositores– sólo se alteró en casos puntuales como la discusión sobre el traspasado del subte a la Ciudad, en la que no disimuló su enojo con Mauricio Macri (2012); durante su pelea con el Grupo Clarín, en la que distinguió entre “una Argentina real y la Argentina virtual” (2010), y después de su derrota por implementación de retenciones agrarias (2009): “Si hoy estuviera vigente la alícuota de los derechos de exportación sería inferior a los vigentes”, masculló mirando a su entonces vicepresidente, Julio Cobos. Por supuesto, no faltó una picardía política en sus discursos, como cuando le preguntó a la Asamblea: “¿Alguno me ha escuchado a mí decir que voy a ir por la reelección en 2011?”. Claro que fue y ganó con el 54,11% de los votos.