Luego de 18 años de exilio, Juan Domingo Perón se pudo presentar en los comicios del 23 de setiembre de 1973, sin ningún tipo de proscripción.
Durante una reunión con el General en su casa de la calle Gaspar Campos en Vicente López, mi padre, Jorge Abelardo, le propuso llevar a las elecciones dos boletas con la misma fórmula: Juan Perón - Isabel Perón.
La boleta oficial era del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación) y la otra de Jorge Abelardo, la del FIP (Frente de Izquierda Popular) proponía "votar a Perón desde la Izquierda".
Y así fue. Un millón de argentinos optaron por la alternativa que criticaba a la derecha lopezreguista y al camporismo montonero. Juntas sumaron 61,82 % de los sufragios. Perón superó los votos de Cámpora del 11 de marzo anterior en un 12 por ciento. Con ese espíritu votó Arturo Jauretche, Silvio Frondizi, Raimundo Ongaro, Cristina Fernández de Kirchner, entre tantos.
La dictadura militar había hecho lo imposible para evitar la llegada de Perón al gobierno; aceptaron a Héctor Cámpora que también estaba impedido a presentarse a los comicios por un decreto que impuso la propia dictadura que consistía en que "quien no estuviera en el país antes del 25 de agosto de 1972 no podría ser candidato a la presidencia".
En Madrid, el general Perón resolvió no regresar al país con esas condiciones. Cámpora que en ese entonces era su secretario tampoco salió de España. Fue en esa oportunidad que el general presidente Agustín Lanusse se jactó: "A Perón no le da el cuero" para venir al país. De esta manera, Perón quedaba fuera del juego electoral.
En su férrea pulseada con la dictadura, el líder propuso como candidato a la presidencia por el Movimiento a su secretario Héctor Cámpora, que como dijimos también estaba proscrito por la cláusula mencionada. Sorpresivamente, la Junta de Comandantes lo aceptó como candidato, violando su propia legislación. La dictadura prefería a Cámpora antes que a Perón.
Naturalmente Cámpora no era Perón. El pueblo convulsionado no quería intermediarios y llevó la situación a tal punto que Héctor Cámpora renunció y se convocaran a elecciones libres, sin fraude, ni proscripciones el 23 de setiembre de 1973.
Como todo movimiento nacional, el peronismo expresa a diversos sectores sociales. Muchos aparentemente contrapuestos: el movimiento obrero por un lado y sectores empresarios por el otro. Revolucionarios y conservadores. O como decía el propio Perón: "Tenemos el peronismo combativo y también uno contemplativo".
La fórmula "Daniel Scioli - Carlos Zaninni", al igual que la de "Juan Perón - Isabel Perón" como es natural no tenía consenso absoluto en el peronismo. El actor principal era solo uno y ese fue Perón. De la misma manera que hoy Daniel Scioli es el único que cuenta con el consenso popular mayoritario.
Los sectores populares levantan a Daniel Scioli como una bandera de esperanza; nadie conoce las ideas de Zaninni. Poco importa. Lo mero principal es Scioli y el triunfo del Frente para la Victoria en su conjunto.
El peronismo no soporta a dos caudillos simultáneamente. Por ello no funcionó la relación de Eduardo Duhalde - Nestor Kirchner; y a la propia Cristina los medios opositores buscaron desvalorizarla sosteniendo que era manejada por el marido, cuando quedó claro que tuvo fuerza y carácter, macando su impronta.
A Daniel Scioli, como a Juan Perón, se lo pretendía presentar como un candidato conservador, instrumento de las corporaciones. Y también como sucedió con Perón, algunos pretenden subestimar a Scioli; como si fuera posible condicionarlo con La Cámpora, con Zaninni o con la propia Cristina Fernandez. ¿No decían -con sorna- "Cámpora al gobierno, Perón al poder"?
No pasó antes, no pasará ahora. Nada más falso y equivocado. No creen lo que dicen y lo escriben como parte de la campaña opositora. De una manera clara y sin filtro el gobernador de la Provincia de Salta Juan Mnauel Urtubey acaba de decir: "El que tiene la lapicera conduce el país y el peronismo". No hizo falta decir, el que pierde acompaña.
Con solo repasar, no lo que dijo Daniel Scioli, sino sus realizaciones en la Provincia de Buenos Aires, nos daremos cuenta que estamos frente a un hombre consustanciado con las medidas populares que ha tomado y los límites que implanta al poder económico concentrado.
Daniel Scioli no solo impuso impuestos a los pooles sojeros, sino hizo tributar ingresos brutos a los grupos mediaticos de cable de TV; a las monopólicas empresas telefónicas sino que realizó un revolucionario Revalúo Fiscal Rural que no se había concretado en los últimos cincuenta años. El último intento de tocar ese sector privilegiado con una medida similar fue cuando el Ingeniro Horacio Giberti, un hombre el desarrollismo, funcionario de Arturo Frondizi primero y luego del peronismo intentó gravar las tierras improductivas pero fracasó debido a las grandes presiones corporativas.
En el mismo sentido aumentó tributos del 2 al 12 % a las salas de juegos, tocando otra vez intereses económicos de sectores políticos.
Hoy los sectores progresistas y de la Izquierda Nacional, no deben dudar. Si bien Daniel Scioli, no es de izquierda, tampoco es de derecha. Daniel Scioli es un Justicialista que plantea el desarrollo productivo para el país que no es otra cosa que generar valor agregado a nuestros productos primarios. ¿Si eso no es progresivo y revolucionario... que es?
Nadie nos pide que abandonemos nuestra identidad. Ni nuestra ideas. Junto a otros argentinos y latinoamericanos de buena voluntad contribuiremos al desarrollo de la Gran Argentina que propone Daniel Scioli.
En el marco de un territorio más vasto y generoso que es la Patria Grande, la Argentina cosmopolita tiene un liderazgo que cumplir. Como dijo el historiador revisionista nacional, Salvador Cabral, cada argentino tiene un San Martín en el corazón para brindarse generosamente a nuestra América Criolla.
(*) Periodista. Ex Director del Cabildo Nacional y Coordinador Cultural en Villas, despedido luego de su reunión con el candidato Daniel Scioli. Exprecandidato a jefe de gobierno porteño por el Frente para la Victoria.