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entrevista exclusiva con perfil

"Con Axel nos turnamos para hacer las tareas con los chicos"

Soledad Quereilhac, esposa del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, cuenta cómo se organiza la familia en la cuarentena.

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Peluquería. Soledad se encargó de cortarle el pelo a Kicillof y mostraron la escena en las redes. | cedoc

“Evidentemente esto no daba para más”, se lee sobre la imagen en la que se puede ver a Soledad Quereilhac cortándole el pelo a Axel Kicillof. La foto se viralizó rápidamente y mostró una pequeña escena de la vida cotidiana que llevan el gobernador de la provincia de Buenos Aires y su familia en La Plata. Hace ya un tiempo que viven allí junto a sus hijos León y Andrés y, si bien esperaban cambios en su organización diaria, nunca imaginaron que poco tiempo después de mudarse surgiría una pandemia. “La cuarentena afectó nuestra vida como la de tantos argentinos y argentinas”, cuenta Quereilhac en diálogo con PERFIL. 

—Cuando Axel ganó la elección, un objetivo que se propusieron como padres fue que sus hijos siguieran teniendo una vida parecida a la que llevaban. ¿Lo lograron? 

—Era una preocupación y un propósito para nosotres. Gobernar es, aun con sus particularidades, un trabajo más, como ser docente, albañil o médico. Ni más ni menos importante; es un rol necesario, como tantos otros, para que la sociedad se organice y funcione. Es así como se lo transmitimos a nuestros hijos y ellos lo entienden. Y si bien los trabajos de padres y madres influyen en ciertas mecánicas familiares, no la copan por completo. Nos mudamos a otra ciudad y a otra casa, pero el espacio propio es, en realidad, nuestro vínculo y nuestra rutina. Y eso se mantiene, porque nos ocupamos diariamente de que se mantenga. 

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—¿Qué cambios tuvieron que llevar a cabo por la cuarentena? 

—Como a todas las familias, la cuarentena obligó a una reorganización. Nuestros hijos tienen clases virtuales y un volumen importante de tareas con las que hay que ayudarlos. Yo soy docente y Axel lo fue durante muchos años, de modo que nos gusta hacerlo. 

Hay días en los que él corta dos o tres horas para cruzar a la residencia y sentarse a hacer la tarea; otros días me ocupo yo, que estoy trabajando en casa muchas horas también, con clases en la Facultad de Filosofía y Letras, en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira) y en otra pila de tareas académicas que empiezan a desbordarme. Mentiría si dijera que nos alcanza el tiempo. A veces son las 23 y seguimos frente a la computadora. Pero no queda otra: hay que organizarse. 

—¿Cómo les explicaron a sus hijos qué es el coronavirus y por qué hay que aislarse?

—Nuestros hijos entendieron que la cuarentena es una medida necesaria para evitar el contagio masivo y, sobre todo, para cuidar a quienes más afecta el virus: mayores de 65 años y personas con enfermedades preexistentes.Les explicamos que respetar la cuarentena es también un acto de solidaridad, no solo una obligación por ley. Frente a ellos, minimizamos las consecuencias más terribles del virus porque no tienen edad para asimilar la posibilidad de miles de muertos. Nadie puede tolerar esas imágenes; ni siquiera mediaciones escritas como la tapa del New York Times del 24 de mayo. 

—¿Qué les sucede al ver que su padre tiene que salir a trabajar durante muchas horas y a diario?

—Desde el primer momento les dejamos claro que este virus no es mortal para las personas sanas y menores de 65. Y que si su padre sale a trabajar, no corre riesgo de morir. Pero como no todo pasa por un discurso racional, también entendimos que, en cuarentena, sin poder ver a sus amigues ni a la familia, los niños necesitan también mayor contención y presencia para que no se angustien, para que no los invada la fantasmagoría de esta situación tan compleja. Alteramos ciertos hábitos “para bien” en ese sentido: trasnochar un poco más, comer cosas ricas, etc.

—¿Y el uso de internet?

—Sin redes y sin conexión a internet, la cuarentena sería otro mundo. O sería imposible, tal como está planteada. Podemos seguir trabajando y nuestros hijos pueden tener clases gracias a eso; y gracias, también, a que contamos con suficientes dispositivos para el grupo familiar. Lamentablemente, no es la situación de todes les niñes de la Provincia, de modo que, en este sentido, es un privilegio. 

—¿Descubrieron nuevos juegos o aplicaciones? 

—Descubrimos que los juegos online vienen a ocupar un espacio similar al del recreo o a los programas con amigues. Chatear, hacer encuentros por Zoom, Meet o Jitsi los agotan o aburren; pero confluir en un mismo juego online con amigues les permite reencontrarse y es en ese marco donde surgen la charla, los chistes y el verse las caras. Hasta han participado de Bingos “físicos”, cada uno con su cartón y piezas, a través de videollamadas. 

Doctora en Letras recibida en la Universidad de Buenos Aires, Soledad Quereilhac desarrolla su profesión en varias instituciones. Por un lado es investigadora del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). También trabaja como profesora en la UBA y compone el grupo que se encarga del Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira). “Lamento no poder ir a la biblioteca; estoy escribiendo un trabajo sobre el astrónomo Camille Flammarion y precisaba consultar archivos y diarios viejos”, confiesa al hablar sobre las actividades que no puede realizar por la cuarentena. Pero no todo se centra en el mundo académico para Soledad, quien logró dominar el taekwondo al obtener el cinturón negro en esa arte marcial. 

—¿Cómo te desconectás aunque sea un rato de todo lo que sucede? 

—Nada muy original: leo de a ratos, por fuera del trabajo; veo series y documentales, y hago ejercicio, como mucha gente. Pero lo excepcional es que convivo con alguien con enormes responsabilidades de gobierno, entonces esa posibilidad de distracción o de calma no tiene demasiado lugar. No es momento para calmarse, más bien se necesita pensar, tomar decisiones y actuar para cuidar a la gente, y yo lo acompaño a Axel en ese proceso, porque es inevitable involucrarme. Conversar, pasar en limpio los acontecimientos del día y compartir lecturas sobre la pandemia es ya parte de nuestra rutina diaria.

—¿Cómo analizás la cobertura de la cuarentena que realizan los medios de comunicación? 

—Hace dos semanas, Axel fue sobreseído por una causa sobre enriquecimiento ilícito, muy ridícula en sus fundamentos, que había sido estirada como un chicle durante cinco años, a pesar de que las pruebas de que no existía tal ilícito habían sido corroboradas por todos los peritos. Se trató de una causa netamente política, llevada adelante por el juez Bonadio e impulsada por la gente del PRO. 

Esa acusación fue reproducida a ritmo sostenido de metralleta durante años por los principales diarios, radios y programas de TV del país, con una retórica de “cosa juzgada” muy impune, hasta obscena diría. Pero al conocerse la sentencia de sobreseimiento, escasos medios comunicaron la noticia. Este fue uno de muchos casos víctimas de esa forma encubierta de la asociación ilícita entre la derecha, una parte del Poder Judicial y un sector de los medios, cuyo “negocio” es perseguir cuadros políticos populares. En el mundo, recibe el nombre de lawfare; y aquí tenemos nuestra versión criolla.

Vos me preguntás sobre cómo evalúo la cobertura de la cuarentena, y no es posible responder brevemente. Pero lo que sucedió con esta causa es muestra de por dónde pasa un serio problema que tenemos las democracias contemporáneas. Nadie en democracia objetaría las críticas, las posiciones a favor o en contra de tal o cual medida, ni siquiera el hecho de que los medios hagan explícita su posición política, cosa que en efecto sucedió a lo largo del siglo XIX y parte del XX. 

El problema es cuando se conforman estas bandas a gran escala y se persigue gente, se hostiga a las personas de cierto color político, se miente para ganar elecciones y para destruir al otro. En ese sentido, tengo muy claro que las democracias se debilitan por este funcionamiento. Por suerte, hoy los lectores de diarios y los televidentes tienen más herramientas para discernir entre la información seria y la que no lo es, y para no caer tan inocentemente en ese barro.

Identikit

◆ Soledad Quereilhac nació en 1975 en San Cristóbal.

◆ Su padre era ingeniero químico, su madre trabajó en escribanías y ella se dedicó a la carrera de Letras.

◆ La primera vez que vio a Axel Kicillof fue el 20 de diciembre de 2001 en el Obelisco, en medio de las protestas y manifestaciones.

◆ Pero recién en 2004, en un cumpleaños de una amiga, hablaron por primera vez y desde ese momento están juntos.