¿Cómo es ser un abuelo que en vez de llevar a sus nietos a la plaza los invita a bailar arriba de un escenario desde donde vuela entre dos y cuatro metros por el aire colgado de un arnés dando –¡además!– vueltas carnero? Alberto Cormillot estalla de la risa cuando se le hace esta pregunta, la misma que le realizan sus propias nietas aunque él no encuentra una respuesta. “No lo sé... me gusta estar en movimiento”, dice a PERFIL.
La semana pasada hizo la presentación de Etapas 7.9, un espectáculo donde mostró su último hobbie a los 79 años: la acrobacia aérea. El teatro Niní Marshall fue el escenario donde el médico, además, bailó con sus nietas: las mellizas Abril y Zoe, y la pequeña Ema. Fue una hora y media donde además hubo números de tap y jazz, actividades que ya viene haciendo.
“Mis profesores me cuidaron mucho y mis compañeros de baile me hicieron sentir muy bien a pesar de que yo tuve algunas lesiones antes del debut fuera de los ensayos”, cuenta Cormillot quien, dice, se sintió más abuelo que nunca con este espectáculo. “Es un placer bailar con ellas. Me divierto mucho. La más chiquita me dice: ‘Qué abuelo loco que tengo’”, cuente el médico, quien comenzó a practicar los vuelos aéreos en el año 2015. “Tuve un parate y luego volví en 2017. Suelo estar entre dos y cuatro metros arriba. En total puedo permanecer colgado hasta una hora entera”, asevera.
Cormillot asegura que no es nada fácil estar colgado con un arnés. “Lo más complejo es darle al cuerpo una indicación en el aire. Es como que no sabés qué decirle. La primera vez, tengo que confesar, tuve algo de náuseas”, comenta entre risas. Por eso, Alberto fue de a poco. Una vez que pudo tener control de su cuerpo, empezó con las vueltas carnero. Primero una para adelante. Luego otra para atrás. “La clave es superarse, hay que darle dedicación, como a todo. Si no, no sale”, reflexiona este hombre que al día de hoy es capaz de dar –atención editores de récord Guinness– 12 vueltas seguidas con 79 años.
La gente ovacionó a este médico intrépido; entre ellos estaba Marcelo Longobardi, su compañero de radio todas las mañanas en Mitre. “¡Longobardi no lo podía creer!”, dice el doctor.
¿Se imaginaba él estar a los 79 años colgando por los aires en este tipo de shows? Alberto dice que no. “A veces no tengo ganas de ensayar, estoy cansado. Pero lo que está en la agenda yo lo cumplo. Es así. Mis viejos eran personas comprometidas, personas de tomar decisiones, personas de acción. Creo que yo soy una persona de acción”, reflexiona.
Sin dudas –lo ha dicho varias veces– el motor de Cormillot es la curiosidad. Sin embargo –puntualiza–, su curiosidad no es por lo que hace, sino por lo que le falta hacer. “Lo que no hice es lo que me impulsa”, define.
A los 40 años Alberto Cormillot pasó por una depresión que duró seis meses. Fue una época donde lo que más le costaba era abrir los ojos y despertarse a la mañana para encarar el día. Fue una depresión que luego se le pasó. A partir de ese día se dio cuenta de que la felicidad era eso: despertarse temprano con ganas de enfrentar los problemas del día. “Levantarse a las 4 de la mañana es una paliza, a veces estoy cansado. Pero después me engancho con el trabajo”, confiesa.
Curiosidad por lo nuevo, comer sano y hacer ejercicio. Bailar, divertirse y –ahora– sonreírles a sus nietas desde cuatro metros por sobre el suelo. Estas son las claves de Cormillot para rozar los 80 con una vitalidad de 40. “Hago lo que quiero con la vida –dice para finalizar–. Pero también quiero lo que hago. Si lo estoy haciendo, es porque lo quiero”.