PROTAGONISTAS

Debut oficial de Noah Mamet en Buenos Aires

El jueves, a tres semanas de arribar al país, el embajador elegido por Obama para la Argentina se presentó en sociedad. Políticos, banqueros, empresarios y editores de medios desfilaron por el Palacio Bosch para saludarlo.

Vidriera. 1. Philip Levine, alcalde de Miami, Mamet y Alan Faena.
| Juan Obregon

Hubo ausencias de algunos políticos, pero se sabía de antemano que finalmente no harían el “besamano” ni la extensa fila en la escalinata de la residencia oficial, en Palermo. Con algunos de ellos, como por ejemplo con Daniel Scioli, Noah Mamet ya se había reunido un par de semanas antes en Mar del Plata, donde el gobernador seguía “surfeando” su ola naranja –aún el caso Nisman no había comenzado–, aprovechando la efusividad que despertó el primer clásico del año que disputaron Boca y River en el estadio mundialística marplatense. Ese encuentro obligó igualmente a maximizar la seguridad en esa ciudad, porque ambas hinchadas podían alentar en el estadio a sus respectivos equipos.
Fue durante esa estadía que Mamet, como turista, recorrió por ejemplo la rambla y el Museo MAR, donde la posta de Cicerón la tomó Jorge Telerman en su rol de funcionario cultural bonaerense. Igualmente él sí dijo también presente el jueves en la recepción oficial. El listado de ese día lo completaron, entre muchos otros, Diego Guelar, Federico Pinedo, Fulvio Pompeo, Beatriz Nofal, María Figueras, Héctor Méndez, Germán Neuss y su hijo, Fabián Perechodnik, Luis Miguel Etchevehere, Eduardo Eurnekian y Rosendo Fraga –quien con su piel tostada rivalizó por el mejor bronceado en febrero con otros dos invitados, Martín Redrado y Daniel Hadad–, y el flamante director del Colón, Darío Lopérfico quien, le cursó in situ y de palabra una invitación para una recorrida privada por ese templo cultural porteño.

Fútbol y Nisman. “Estoy muy feliz de estar acá en Buenos Aires, ¡finalmente!”. La enfatización de esta palabra hizo reír a varios, y no es casual. Su arribo al país tuvo la oposición de un par de legisladores republicanos, quienes objetaron –entre otras cosas– que no fuera embajador de carrera sino un gran recolector de fondos para las campañas de las dos presidencias de Obama. También en Argentina señalaban que la demora se debía a la “tensa relación de Estados Unidos” con el Gobierno, algo que al menos oficialmente la sede local no potenció cuando dio el listado de las embajadas que el país del Norte aún tenía –y tiene– vacantes de titulares.
Hubo también una mención destacada a la muerte del fiscal Nisman, protocolar, por cierto; a su misión de fortalecimiento de los lazos entre ambos países, y también se coló el fútbol en sus palabras:  “En mi infancia, en mi casa se hablaba más de fútbol que de cualquier otro deporte. (...) Mi padre era un reconocido entrenador de fútbol en las ligas juveniles y llevó a nuestro equipo a ganar el campeonato estatal de California. Yo mismo jugué de arquero, y alguno podría decir que esa función me preparó para el puesto de embajador, porque algunos pelotazos tendré que atajar. De hecho, alguien me sugirió que debería esforzarme por ser una especie de Amadeo Carrizo de la diplomacia”.