Hace 41 años, Richard Ottinger se vendió al público americano con una imagen agresiva, seguro de sí mismo, con una gran capacidad para la gestión. Por suerte en Estados Unidos debatir es obligatorio y a los pocos minutos se pudo ver que el rey estaba desnudo y poco dotado. De ahí en adelante, este tipo de engaño al público fue denominado “síndrome de Ottinger”. Esto ha pasado muchas veces en distintos lugares, pero hasta donde tenemos noticias nunca alguien lo llevó adelante durante más de veinte años, excepto por Scioli. Daniel saltó a la fama como un campeón mundial de motonáutica, algo que en realidad era todo un montaje. De ahí llegó a la política abrazando la causa menemista de manera absoluta e incondicional, lo que negó posteriormente durante toda la década kirchnerista. Sin embargo, esto se potencia mucho más en su vida sentimental, de la que opinamos porque él mismo se encargó de publicitarla durante los últimos treinta años. A modo de resumen, esto incluye, entre muchas otras cosas, a una hija que tardó 15 años en reconocer –cosa que hizo por orden de un juez–; amén de un prolongado divorcio de Karina Rabolini, curiosamente ambas formaron parte activa de la campaña y hasta los avisos de hace dos años. La frutilla del postre llegó este año con una novia que, cuando le preguntaron qué la había enamorado de él, contestó “bueno, nada, me mataste”. Noviazgo que también reconoció ex post, como el embarazo de la misma chica, que según ella él le pidió abortar. Scioli escondió detrás de su accidente todas estas miserias, pero, como dijo Abraham Lincoln, “no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”
*Especialista en oratoria y lenguaje no verbal.